Robert Redford (1936-2025), quien murió ayer en su casa de Utah mientras dormía, simboliza una etapa extraordinaria del cine estadounidense. Una historia que empieza a gestarse en la contracultura de los años sesenta del siglo pasado y embellece, con realismo y rebeldía, las pantallas en la siguiente década. El propio actor y director, y hombre comprometido con su tiempo, lo expuso así para Vanity Fair: “Fue una época en la que el cine comercial permitió que se hicieran películas independientes bajo su ala. Todo convivía: había espacio para experimentar con cosas nuevas.”
Tiempo de enormes actores y actrices, y de filmes inolvidables, Redford fue el galán, elegante y seductor, y, a la vez, un promotor del cine independiente con la fundación en 1981 del Instituto Sundance, que dio lugar al festival respectivo y al surgimiento de una camada de directores de cine marcados con otra mirada. Un legado múltiple y brillante durante seis décadas delante y detrás de las cámaras e impulsando nuevos talentos, animado por la idea de que el cine servía para más que entretener. “Para mí lo más importante es la historia (…) ¿Acaso existe frase más evocadora que el ‘érase una vez’ con el que empiezan todas?”, dijo en una entrevista a El País de España.
Y, sin embargo, nos entretuvo y de qué manera, desde que hizo pareja con Jane Fonda en Descalzos en el parque (1967), con la que volvería actuar en 1979 (El jinete eléctrico) y hace tan solo unos años en la deliciosa e intimista Nosotros en la noche(2017). Pero sería sobre todo con Paul Newman, su gran amigo y cómplice, que Redford se convertiría en la estrella que fue con Butch Cassidy and the Sundance Kid (Dos hombres y un destino), una reinterpretación de las películas de vaqueros, situada en otros ámbitos, con una mezcla de humor aun en la derrota; y El golpe(1973), ganadora de siete premios Oscar, que algunos especialistas en el arte cinematográfico consideran una obra maestra.
Hace medio siglo (1976), junto con Dustin Hoffman, inmortalizaron en la pantalla a los reporteros de The Washington Post Carl Bernstein y Bob Woodward (Redford) en Todos los hombres del presidente, la investigación periodística que llevó a la dimisión de Richard Nixon a la presidencia de Estados Unidos. Redford compró los derechos de la película antes que los dos periodistas publicaran el libro sobre el escándalo Watergate. Dirigida por Alan J. Pakula, la cinta ganó cuatro Oscar y aún, y sobre todo ahora, constituye una referencia para periodistas, políticos y la gente que ame el cine con verdad.
El mejor homenaje a Redford es volver a verlo. Su leyenda es imperecedera. Al lado de Mery Streep, en Memorias de África (1985), y antes en El Gran Gatsby (1974), junto con Mia Farrow, y en Tal como éramos (1973) al lado de Barbra Streisand. O siempre cabalgando con Newman. The New York Times lo despide con lo que pudiera ser un epitafio: “Hizo que temas serios como el dolor y la corrupción política fueran razonables para las masas, en gran parte gracias a su propio poder estelar.”
Editorial de El Nacional