En la mitad del mundo, como se conoce a este pequeño país suramericano, también los votos se reparten a partes, si no iguales, muy parecidas. La elección del domingo arrojó un empate técnico entre el candidato-presidente Daniel Noboa (44,4%) y Luisa González (43,9%), presidenta de Revolución Ciudadana, cuyo líder es el expresidente Rafael Correa. Otros 15 candidatos se repartieron a migas el 12% restante de la votación. El enésimo intento del correísmo por regresar al poder mantendrá a los ecuatorianos en tensión hasta la segunda vuelta del próximo 13 de abril.
Desde la “traición” de Lenín Moreno en 2017, primero vicepresidente de Correa y luego su enemigo, el péndulo político ecuatoriano se ha movido quizás más en frenar la vuelta del expresidente —refugiado político en Bélgica, de donde es su esposa, y furioso porque lo presenten como prófugo de la justicia— que en elegir un liderazgo con suficiente respaldo político para enfrentar la dura oposición de Revolución Ciudadana y a la vez recuperar económica y socialmente al país.
En la elección de 2021, el banquero y político Guillermo Lasso logró derrotar al delfín del exmandatario, Andrés Arauz, que se había impuesto en la primera vuelta. El gobierno de Lasso naufragó muy pronto por el incremento de la inseguridad, protestas que debilitaron su fuerza política y el descuido en el manejo de asuntos públicos, lo que lo obligó a disolver el parlamento y a convocar a elecciones. RC, el partido de Rafael Correa, con sus mismas siglas personales, postuló a Luisa González, una abogada con master en la Complutense de Madrid que había sido la secretaria general del despacho de Correa, quien ganó la primera vuelta pero perdió en la segunda frente al actual presidente Daniel Noboa, hijo del hombre más rico del país, de escasa oratoria pero muy hábil en el marketing político.
La tarea de Noboa era terminar el período de Lasso, consolidar su recién fundado partido Acción Democrática Nacional (ADN) y, sobre todo, detener el imparable crecimiento de la inseguridad y la violencia. De cómo le fuera en ese período de 18 meses que comenzó en octubre pasado dependía su suerte en la elección del domingo para, ahora sí, un nuevo período presidencial. Ganó por muy poco cuando se vendía que podía llegar a 50% en la primera vuelta y dejar resuelta la contienda.
Mientras Noboa desaparecía del escenario político después del conteo de votos hasta el lunes en la mañana, González se declaraba vencedora porque sus cuentas propias eran mucho menores que lo que salió de las urnas. “Noboa seguirá bajando y yo seguiré subiendo”, pronosticó eufórica. Tanto ella en 2023 como Arauz en 2021 no pasaron de 33% en la votación en primera vuelta en un ambiente político más competido.
Al candidato-presidente, una sorpresa hace dos años, lo castiga ahora el desgaste de su breve gobierno, en especial en su punto fuerte: la seguridad. Enero fue un mes récord de homicidios, uno cada hora. El Banco Mundial, en un informe de finales del año pasado, apuntaba más preocupaciones: desaceleración económica, disrupciones en la producción de petróleo, crisis energética, eventos climáticos y la incertidumbre política. No lo tiene nada fácil ni Noboa ni Ecuador.
Para el diario El Comercio la pregunta, sin embargo, no es quién ganará “sino si quien asuma la Presidencia podrá, efectivamente, gobernar. Porque ganar una elección con un país partido en dos no es lo mismo que lograr la gobernabilidad.”
Editorial de El Nacional