Editorial de El Nacional: Año fatal

Editorial de El Nacional: Año fatal

 

Durante el año pasado 8.938 personas perdieron la vida en las rutas migratorias de todo el mundo: una por cada hora, en promedio. La cifra puede ser incluso inexacta porque los registros en todo el planeta apenas reciben datos de fuentes oficiales y, además, la información sobre lo que pasa en las Américas no está totalmente recabada. Cuando menos en esta parte del mundo se cuentan 1.233 víctimas mortales. ¿Llevará el gobierno ilegítimo de Nicolás Maduro, ahora indignado por la violación de los derechos humanos, cuántos venezolanos integran esta data fatal?

El año 2024 fue el peor desde que se llevan registros. Superó a 2023, que a su vez había desbancado a 2022 de liderar ese ranking de muerte, y éste a 2021. Cuatro años consecutivos con la cosa yendo a peor. “La  tragedia de la cifra cada vez mayor de muertes de migrantes en todo el mundo es inaceptable y prevenible. Detrás de cada número hay un ser humano, alguien para quien la pérdida es devastadora”, dijo la directora general adjunta de Operaciones de la Organización Internacional de Migraciones (OIM).

Asia es el continente con la cifra más alta de fallecidos, seguido de África. En el mar Mediterráneo se registraron 2.452 muertes, no es la cifra más alta habida pero sí muestra un repunte preocupante, que de acuerdo con la OIM plantea la necesidad de contar con sistemas de búsqueda y rescate adecuados, también con rutas migratorias seguras y regulares: ¿cómo se logrará esto último? Lo peor es que miles de quienes mueren ni siquiera pueden ser identificados.

En la ruta del Darién, un nombre, una zona, que se ha vuelto rutinaria en la información sobre el destino de venezolanos, se registró la más alta cifra de muertes el año pasado: 176. ¿Se sabrá alguna vez cuántos venezolanos perecieron en ese trayecto? El Tapón del Darién en Panamá y el límite con Colombia es descrito como una selva inhóspita e intrincada. En el año 2018 lo transitaron 8.445 migrantes, más de 90% provenientes de Asia y África. En 2022, fueron 248.284 personas, más de 150.000 eran venezolanos, incluso familias enteras.

El movimiento migratorio tendría que ser un tema prioritario de organismos como la OEA y la Celac, donde se citan las naciones de la región; en el primer caso con la presencia de Estados Unidos y Canadá, a quienes se exige que acojan a los que lleguen a sus fronteras; en el otro, de reciente data, a pesar de que se dobla la exigencia de acogida de protección, las grandes naciones del norte del continente americano no son bienvenidas. ¿Por qué? La explicación sencilla es que sobrevive un complejo de inferioridad frente al “imperio” o los desarrollados, que se esgrime como un acto de soberanía para excluirlos. Lo pagan los pueblos, la gente, que se arriesga por su cuenta, y pone su vida en juego, para labrarse un futuro.

Detrás de cada cifra hay una vida, aún cuando ni siquiera logre identificarse. La manipulación y desconocimiento de las crisis migratorias, como ha hecho Cuba por décadas, como copia Maduro en esta hora, solo contribuye a agravar la situación, a poner más gente en riesgo y a extender la violación de los derechos humanos a lo largo de miles y miles de kilómetros con precaria protección.

 

Más de 400.000 migrantes cruzaron la selva del Darién en 2024

176 personas murieron el año pasado en el Tapón del Darién / Foto: CNN

 

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