El 30 de abril de 1975 los tanques del Frente de Liberación Nacional de Vietnam -más conocido como Viet Cong, como lo llamaba preferiblemente Estados Unidos- entraron en el Palacio de la Independencia de Saigón poniendo fin al conflicto bélico de mayor duración durante el siglo XX: la Guerra de Vietnam (1955-1975), o Segunda Guerra de Indochina o Guerra de Resistencia contra Estados Unidos. Ya nada se llama como antes: Saigón, la capital de Vietnam del Sur, es ahora Ciudad Ho Chi Minh, en homenaje al líder histórico de los vietnamitas desde los tiempos de la ocupación francesa, y aquel palacio lleva por nombre Palacio de la Reunificación. Vietnam, sin partición entre norte y sur, aunque con soterradas diferencias de fondo, es una República Socialista, gobernada por el Partido Comunista. Fue aquella guerra cruentísima la primera derrota militar de Washington, pero sobre todo política.
“Hace 50 años, mi padre, un reportero de guerra estadounidense, escaló por el muro de la Embajada de Estados Unidos en la entonces Saigón y se subió a un helicóptero que despegó desde un techo”, recuerda la periodista Hannah Beech en esta nota de The New York Times que explora, a propósito de aquella retirada, la notoria presencia china en la vida vietnamita. Su padre, Keyes Beech, escribió entonces en el Chicago Daily News: “Mi última vista de Saigón fue a través de la puerta trasera del helicóptero… Luego la puerta se cerró. Se cerró el capítulo más humillante de la historia de Estados Unidos.”
La plataforma Netflix acaba de poner en pantalla Momentos decisivos: la guerra de Vietnam, un documental de cinco capítulos sobre este conflicto bélico y político en el sudeste asiático que conmovió al mundo durante las décadas de los años sesenta y setenta del siglo pasado e impactó profundamente en la sociedad estadounidense, que descubrió que su gobierno, durante varias administraciones, estaba engañándola sobre el curso de una guerra condenada a perderse y a la cual se enviaron por más de una década a centenares de miles de jóvenes. Cerca de 60.000 perdieron la vida cuando apenas la comenzaban, pero una cantidad aún mayor quedó traumatizada, quizás para siempre, por lo que tuvo que hacer y ver en Vietnam.
El país de la libertad y la democracia, el ejército que fue decisivo en la derrota del nazismo, se desnaturalizó en las intrincadas selvas de Vietnam luchando contra un enemigo invisible que estaba en todas partes y en ninguna, que respondía atrocidades con otras semejantes o peores pero que era, a fin de cuentas, el país invadido por la mayor fuerza militar del planeta.
En defensa de los valores más caros de la democracia estadounidense surgió de su seno un movimiento pacifista, ruidoso e incansable, que influyó en el cine y la música, y en la conciencia de miles y miles de jóvenes, y no solo, en buena parte del mundo y que contribuyó al fin del conflicto bélico y, a la vez, supuso el fin de la ingenuidad frente a un poder que se creía expresión de las leyes y también de la decencia.
Vietnam fue también, a contrasentido, una época gloriosa de la prensa libre e independiente, tanto en la cobertura in situ y con todos los riesgos de la guerra en el sureste asiático, como en la búsqueda de la verdad por encima del manipulado y perverso argumento de la “seguridad nacional”, usado para encubrir comportamientos insensatos y crueles, de los que no nos terminamos de librar en este mundo en el primer cuarto del siglo XXI.
Editorial de El Nacional