Es el momento más crítico vivido por la democracia española desde el golpe de Estado de 1981 y la asonada separatista de 2017
Este domingo ha finalizado el XXI Congreso del Partido Popular, planteado desde su dirección como la inauguración de la campaña que habrá de llevar a Alberto Núñez Feijóo a La Moncloa. El desarrollo del Congreso y el cierre de filas de los populares en torno a Feijóo demostraron que el PP no tiene otro objetivo más importante que convencer a los españoles de que el cambio de gobierno es algo más que la legítima aspiración del principal partido de la oposición y, paradójicamente, del Parlamento. Es también una necesidad democrática para España.
El régimen sanchista ha entrado en una crisis que es irreversible. La manipulación sectaria de las instituciones democráticas y del Estado de Derecho por el PSOE es ya insoportable y aleja a España de los valores esenciales de la democracia liberal europea. La red de corrupción articulada por los principales colaboradores de Pedro Sánchez ha expuesto ante la opinión pública el rostro auténtico del sanchismo, como método de gobierno sin escrúpulos y sin principios. Es el momento más crítico vivido por la democracia española desde el golpe de Estado de 1981 y la asonada separatista de 2017.
El PP llegó a su encuentro nacional como el primer grupo parlamentario del Congreso de los Diputados y del Senado, con la mayoría de los gobiernos autonómicos, al frente de la mayoría de los ayuntamientos, incluidas capitales de provincia, y de las diputaciones provinciales. Por tanto, su posición de partida es inmejorable para la recuperación del gobierno nacional. La condición necesaria, pero no suficiente, para lograrlo es la unidad interna exhibida alrededor de Núñez Feijóo, colocado por la historia en una encrucijada insólita para la democracia española y a la que debe dar una respuesta a la altura de las circunstancias. Es la oportunidad de Feijóo para que España tenga también su oportunidad.
El discurso de clausura pronunciado por Feijóo constituyó una versión anticipada del que puede ser el de su investidura y despejó con claridad las dudas que alimentan sus adversarios. Feijóo se preguntó lo que muchos españoles se preguntan y dio las respuestas que muchos más esperan. Sus respuestas fueron seis compromisos escritos en piedra y lo acompañarán hasta el día de las elecciones. Un discurso que, por honesto, claro y directo, emplaza a Feijóo sin ambigüedades a ser firme en el cumplimiento de su palabra. Al compromiso con la regeneración democrática le siguieron el rechazo a vetar a Vox, la puerta abierta a un nuevo PSOE purgado del sanchismo, la disposición a hablar con todos, menos con Bildu, y el aviso a los nacionalistas de que no cederá nada que implique vulnerar la Constitución y la ley.
El contrato de Feijóo con los españoles es transparente, pero para cumplirlo es necesario que el PP sea una fuerza capaz de atraer voluntades situadas extramuros del centro derecha y superar así esa barrera que las encuestas sitúan sobre los 140 o 150 escaños. El PP no puede conformarse con ganar, dijo Feijóo, y es cierto. Debe aspirar a ganar rotundamente, sin gobiernos de coalición. Y para lograrlo es necesario que los populares entiendan que la confianza que reclaman y la confianza que recibirán se justifica solo en la medida en que, ahora, se proyecten sobre la sociedad española como una fuerza ilusionante; y, una vez en el gobierno, se comporten como una fuerza transformadora, inconformista, precisamente para ser coherente con la idea conservadora y liberal que domina su programa. Nada se conserva si no se reforma y se adapta a los tiempos nuevos. Transformar España es liberarla de la contaminación de estos años de sanchismo tóxico, pero también es no dar continuidad a las viejas prácticas políticas que ya causan hastío a la mayoría de los ciudadanos.
Si el PP se presenta ante los españoles en las urnas con un programa transversal de regeneración democrática, como el prometido por Feijóo, es porque asumirá en el gobierno la máxima de cumplir lo prometido. Solo así los futuros votantes tendrán una alternativa para marcar el punto de inflexión que frene la deriva autoritaria del sanchismo. Y también así -con una oferta transparente- serán los españoles, directamente ellos, los responsables de cambiar la situación o de mantener a su país empantanado en el fango derramado por el sanchismo. La senda que el PP tiene por delante ha de recorrerla como el partido de gobierno que se refundó en 1990, de la mano de José María Aznar, aspirando a liderar todo lo que esté a la derecha del PSOE, incluyendo el centro, y a recuperar la normalidad democrática arrebatada a España por los gobiernos de Pedro Sánchez
Editorial de ABC