¿QUÉ SE JUEGA VENEZUELA EN LAS URNAS?
En medio de una de las peores situaciones financieras de todos los tiempos, se elegirán 23 gobernadores. El panorama tras la jornada del domingo no es alentador.
Venezolanos protestan desde diciembre de 2016 por la falta de efectivo en el país. / AFP
Venezuela llega a unas elecciones regionales jugándose todo. Sus cifras macroeconómicas no pueden ser peores, está ad portas de sanciones por parte de la Unión Europea, no es claro si podrá pagar la deuda o la va a renegociar y todo apunta a que la escasez puede acentuarse.
Estados Unidos ha dosificado sus sanciones económicas al régimen de Nicolás Maduro, en un intento por presionar la transición que permita restaurar la democracia, como ha sido el llamado de la comunidad internacional. Cada vez son menos las alternativas de flujo de caja que le quedan al gobierno. Pues al igual que Irán, su opción para vender petróleo a Estados Unidos sería bajo el condicionamiento de recibir los pagos de dichas exportaciones en depósitos de fideicomisos, es decir, que los dólares solo podrán ser usados para pagar la ayuda humanitaria que llegue al país.
Y hay un hecho evidente: el dinero producto de las regalías del petróleo es lo único que puede mantener vivo el gobierno de Maduro, sin ese combustible las cosas se pondrán peor. A la lista de sanciones se sumará la Unión Europea. Cada país puede hacerlo de forma independiente, ya que no se necesita una votación en bloque.
La deuda externa es quizás la bomba de tiempo más evidente, con un déficit de divisas de US$2.500 millones por pagar, y una deuda solo con China de US$22.500 millones. Es como si una familia tuviera la casa embargada, pero además estuviera en proceso de cobro jurídico con todos los bancos a los que le debe dinero y así mismo con intereses corriendo a la par de los honorarios de la empresa de cobranzas.
Para enfrentar el default, una de las pocas alternativas que quedan es recurrir a las reservas de oro, las cuales están estimadas en US$8.000 millones. La producción de petróleo venezolano ha caído en 700.000 barriles diarios en los últimos tres años, además solo están operando 50 de los 100 taladros existentes para la exploración.
Además, podría darse una suspensión a los bancos venezolanos de los sistemas Swift (el mayor sistema de transacciones bancarias del mundo), lo que profundizaría el aislamiento del financiamiento internacional.
La situación para las empresas privadas es cada vez más crítica. Mensualmente deben ajustar sus presupuestos anuales y aumentar los salarios de sus trabajadores, primero como mecanismo de compensación debido a la hiperinflación (en septiembre llegó al 40 % mensual, de acuerdo con los cálculos de Ecoanalítica), y segundo, como único medio de subsistencia, pues están dispuestos a volverse negocios cada vez más pequeños a cambio de sobrevivir y esperar que en un tránsito hacia la democracia la recuperación económica alcance un doble dígito de crecimiento, como ha sucedido históricamente en Venezuela en cinco ocasiones anteriores.
La plata no alcanza en Venezuela
La tasa del dólar paralelo está en la estratosfera. En tan solo dos semanas de julio, por cuenta de la incertidumbre por el proceso de la Constituyente, la divisa en el mercado negro pasó de 10.000 bolívares por un dólar a 18.000 bolívares; la situación actual es aún peor: está llegando a los 28.000 bolívares por un dólar y las proyecciones indican que para fin de año podría llegar a los 40.000 bolívares.
Los pocos que se atreven a predecir, señalan que el precio subiría hasta 22 veces el valor actual al finalizar el 2018.
Esto se transmite rapidito al bolsillo de los venezolanos, pues los precios de los pocos alimentos que aún hay en los supermercados o tiendas de barrio suben en la misma dirección que el dólar paralelo, a pesar de que no se trata de importaciones.
El efecto inmediato es mayor escasez y, por ende, una mayor restricción de bienes básicos de la canasta familiar para la base de la pirámide, que en Venezuela representa el 80 % de la población.
En una de sus columnas, Ricardo Hausmann, director del Centro para el Desarrollo Internacional, de la Universidad de Harvard, citó un estudio realizado por las tres universidades venezolanas de mayor prestigio. El documento indica que la pobreza aumentó del 48 % en 2014 al 82 % en 2016. En los últimos cuatro años, el poder adquisitivo de los hogares cayó 60 % y hoy, en promedio, una familia destina el 90 % de sus ingresos para comprar alimentos y un 5 % para transporte. Todo esto solo evidencia cómo la economía de este país retrocedió sesenta años.
Cinco datos sorprendentes sobre la economía de Venezuela:
No hay monedas. Debido a la alta inflación ya nada se puede pagar con este medio, quedaron como objeto de colección.
Los restaurantes ya optaron por quitar los precios de su menú, así se evitan actualizar las cartas cada semana.
No hay casas de cambio. Para comprar dólares o bolívares se hacen transacciones entre personas naturales con el privilegio de tener cuentas tanto en Estados Unidos como en Venezuela.
El cajero solo deja retirar 10.000 bolívares diarios. Con eso y un poco de suerte se compra medio kilo de arroz y la verdad es que queda faltando plata.
Sin efectivo. El mejor medio de pago en plazas de mercados, carros de perro callejeros y hasta panaderías son los datafonos. En los bancos se ven filas largas, pero no es que todos vayan a sacar sus ahorros. La mayoría están esperando que llegue un cliente a consignar efectivo para poder pedirle que les “venda” sus billetes a cambio de una comisión del 20% y lo pagan con un cheque cruzado para que hagan su depósito.
Diana Lache* Magíster en Gobierno y Políticas Públicas, y periodista. Miembro de la red académica del Observatorio de Venezuela, de la Universidad del Rosario