Una batalla entre la estrella que se apaga y otra supernova que deslumbra con una temporada luminosa. Tal es el leitmotiv del duelo que libran hoy los Broncos de Denver, del incombustible Peyton Manning y las Panteras de Carolina, comandadas por el astro Cam Newton en el marco glamoroso de la edición número 50 en la historia del Super Bowl del fútbol americano.
En la peor temporada de su carrera, afectada por la lesión en su pie izquierdo, Manning pudiera agrandar su leyenda, si consigue el segundo trofeo Vince Lombardi, cuando a sus 39 años está al borde del retiro.
Pero Payton es Payton y encarna la tradición y los valores más arraigados del fútbol americano. Es el típico mariscal de campo cerebral, que en fracciones de segundos lee la defensa y moviliza sus tropas de asalto hacia la ruta más expedita para ganar yardas y anotaciones.
Su potente brazo, sin embargo, ha perdido efectividad en las trayectorias largas y este año apenas pudo dar 9 pases de tochdown, la cifra más baja para el mariscal dueño del récord de pases de anotación en la historia del deporte (539).
Las Panteras son el equipo sensación del año y Newton ha roto el molde. Personifica la modernidad del juego. El quarterback que conjuga la mente ajedrecística de Manning para ganar partidos desde la bolsa de protección con su poderoso fusil, pero que también puede acarrear, ganar yardas y anotar por su velocidad y corpulencia. Si le dan tiempo fulmina a la defensa con pases aéreos, y si lo presionan, como hará la defensa de Denver, elude a todos con agilidad felina.
En una posición dominada históricamente por jugadores blancos, Newton es el chico negro de la Atlanta profunda que anuncia un tiempo distinto en el emparrillado. Un fútbol atrevido, que hoy puede consagrarlo en California.
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