Contrastes de grises y vivos destellos de colores. Cielos brumosos y plomizos que recorren las cuatro estaciones en un solo día. Tierra de tréboles y praderas verdes, pero también de autobuses amarillos.
Fachadas de ladrillos de tonos naranjas y rojos. Aguas sombreadas del Liffey. Pintas de cerveza negra. Desde Merrion Square a Lower Baggot Street, puertas de llamativos rojos, amarillos y azules. Elegante, simétrica y uniforme arquitectura Georgiana con detalles de hierro forjado y artísticas barandas, portones, rejas, ventanas y faroles, firmas indelebles de sus propietarios.
Dublín honra la música de U2 con graffitis en El Muro. Un paseo literario, desde la estatua de Joyce a la de Oscar Wilde, realista y polícroma. El inmenso e imponente Trinity College y su grandiosa biblioteca exhibe el Libro de Kells con los Cuatro Evangelios. En Lincoln Place, Sweny, la antigua farmacia del Ulises de Joyce, compra una caja del famoso jabón ‘Sweet Lemon’.
Llega hasta el Abbey Theatre por D’ Olier Street, pasa delante de las antiguas oficinas del Irish Times y termina en la calle Westmoreland bajo la estatua del poeta Thomas Moore. Visita una de las tres catedrales de la ciudad, la monumental Christ Church y de allí camina hasta el Castillo por Dame Street.
Más de una docena de puentes unen las dos orillas del Liffey al sur la zona noble, al norte la más humilde. Mathew Bridge, el único que unía las orillas hasta el XVIII. El Samuel Beckett Bridge, brillante muestra de arquitectura moderna y antesala de unos muelles rehabilitados. El Ha’Penny Bridge, en tiempos cobraba peaje por cruzarlo.
The Oliver St John Cogarty y el Temple Bar son dos pubs iconos de la ciudad donde apurar unas pintas negras (stouts) y un chupito de Jameson. En el Temple Food Bar Market, todos los sábados pan, queso, ostras y chocolate artesanal.
No dejes de verel edificio de correos, origen de la independencia a Kilmainham Jail, donde acabaron los cabecillas sublevados. En la Catedral de San Patricio descansa el autor de Los viajes de Gulliver. Molly Mallone, exuberante, mejillonera inmortal, inspira el himno oficioso de Dublín.
Enorme Phoenix Park, habitado por ciervos. Y el Aviva Stadium, templo del rugby, el deporte más romántico practicado por gigantes de cien kilos.
Disfruta de un buen desayuno en Elephant and Castle. El brunch, en Green 19: Bloody Mary, zumos, cappuccinos y unos buenisimos huevos con salmón sobre una rica foccacia. El Bewley Cafe, institución y pieza esencial de la vida literaria, cultural y artística de la ciudad desde 1927. En Silk Road Café, en la Chester Beatty Library: cultura, comida y antigüedades. Guinness, lo más visitado. Disfruta de sus vistas panorámicas y unas cremosas stouts desde el Gravity Bar.
La escena gastronómica de Dublín, cada vez más interesante y evolucionada, contradice el viejo dicho: una comida irlandesa de 7 platos ya no son 6 cervezas y una patata. Winding Stairs, con vistas al Liffey y al puente Ha’ Penny, sirve comida de pequeños productores locales. Toma una copa en una de las dos mesitas junto a la cristalera y luego pasa a cenar.
Purty Kitchen, uno de los más antiguos y dicen que el mejor gastro pub de Irlanda por su enorme barra de caoba, la increíble selección de las mejores cervezas del mundo y un menú moderno y apetitoso. Anclado en los muelles, Cill Airne y el animado Blue River Bistro Bar. Los mejores pescados en The Lord Edward, Matt The Thresher y Seafood Bar&Grill. Patrick Guilbaud, un lujo de dos estrellas. Fallon & Byrne, un concepto único con mercado y bodega para llevar o degustarlo en el restaurante.
Fuente: Vanitatis