Cualquiera que haya vivido y sufrido esta pesadilla que lleva más de 20 años sabe quién es Luis Felipe Acosta Carlez, general de la guardia pretoriana rojita que respaldó al comandante difunto hasta en las peores aberraciones.
No se trata del eructo, sino de que durante el paro petrolero de 2002 se prestó para entrar en galpones de empresas privadas para “decomisar” producción sin ninguna justificación. En aquellos momentos muchos consideraron este acto como un simple robo de mercancía.
No se trata solo de las vallas irrespetuosas hacia la mujer, sino que fue la cabeza de un grupo represivo en Carabobo, en lo que se convirtió lamentablemente el Comando Regional N° 2 de la Guardia Nacional en el estado.
Después de ganar para el chavismo la gobernación de uno de los estados más industrializados del país, el propio difunto mostró públicamente su “desilusión”. Consideró que perdió el rumbo, pero es posible que todo eso haya sido porque en alguna cosa quiso pasarse de vivo, no por ser un angelito o por defender los intereses de los venezolanos.
Entonces, ¿cómo dice Claudio Fermín que no sabe de las denuncias? ¿Acaso tiene que haber una denuncia formal para comprobar que este aspirante a diputado no es una persona de fiar? ¿En verdad quiere que creamos que analizó realmente la postulación de este candidato y consideró que tiene algo que aportar a la reconstrucción del país?
Definitivamente lo que está a la vista es que Claudio y su “partido” solo buscan un pedazo de la torta de poder que piensan repartirse los rojitos y su comparsa. Lo de siempre, el más puro interés individual. Porque nadie, en su sano juicio o que realmente piense en el sufrimiento del venezolano, está dispuesto a convalidar unas elecciones sobre las que caen todas las sospechas más una.
¿Será que Claudio, tan fino y tan caballeroso, necesita que le eructen en la cara para darse cuenta de quién es en realidad su candidato por Carabobo? Y mejor que no dé explicaciones, porque la cosa se pone más negra. Eso de que acata el mandato de las “bases” de su organización y que serán esas mismas “bases” las que decidirán el futuro de la candidatura no se lo cree nadie.
O mejor dicho, sí es posible creerlo, pero sobre la certeza de que la gente que sigue a Claudio quiere lo mismo que él, la brasa para sus sardinas, no la liberación de Venezuela de esta horrible tiranía. Con candidatos así, el negro no va para el baile.
Editorial de El Nacional