Tener dificultades a la hora de leer o escribir puede parecer normal, fundamentalmente si se considera que hoy día muchos niños no tienen un correcto proceso de aprendizaje, y además, son pocos los padres que disponen del tiempo y la paciencia para sentarse con sus hijos a reforzar lo aprendido.
Sin embargo, cuando hablamos de niños entre seis y siete años de edad, ante cualquier problema de lecto-escritura reportado por sus maestros, debemos acudir a un psicólogo o psiquiatra para que haga un despistaje y nos indique lo que está sucediendo. Algunas veces, es incluso necesario un descarte neurológico.
Así lo señala la Psicopedagoga NayleReyes, quien agrega que para delimitar y diagnosticar la dislexia, la disortografía o la disgrafía se requieren distintos tipos de estudios.
La dislexia es un trastorno de aprendizaje, que afecta el entorno del lenguaje de los niños, entre los seis y siete años de edad (aproximadamente cuando comienzan en primer grado), caracterizado por dificultades a la hora de escribir, por ejemplo, lentitud. Asimismo, para tomar una postura adecuada, tener una letra legible, e incluso el ritmo de lecto-escritura.
Por su parte, la disortografia tiene que ver con la escritura, cuando al niño le cuesta la identificación de qué letra va en cada sílaba o palabra que está escribiendo, y la disgrafía se trata de la forma en que se escribe, la inclinación, la postura, etc.
Explica la psicopedagoga Nayle Herrera que estos trastornos del lenguaje suelen descubrirlos los docentes porque notan que los niños tienen confusión en la escritura de letras, rotación, inversiones, omisiones en dictados sencillos o sílabas sencillas. “Esto debe ser una alarma para revisar si es un problema de aprendizaje como tal, que el niño aprendió mal a copiar esas palabras, a internalizar el sonido de las palabras o si hace falta hacer algún estudio neurológico”, acota.
Toda vez que el problema se ha diagnosticado, se comienza a trabajar en reentrenar al niño a nivel auditivo, fonológico y de escritura. El proceso puede durar unos 3 meses o más. Todo dependerá de si hay algún problema neurológico o es solo cuestión de aprendizaje.
La manera más segura de darse cuenta a tiempo, e incluso, prevenir este tipo de trastornos del lenguaje es manteniendo una estrecha relación padres-docentes, reforzando en casa los aprendizajes de la escuela, más lograr que el aprendizaje sea significativo para los niños, que muchas veces no comprenden para qué les va a servir aprender a leer, copiar, repetir o hacer ejercicios.
“La lectura es un proceso bien complejo, tiene que haber una coordinación importante de todos los sentidos, por lo cual es indispensable que los padres busquen maneras de hacerlo significativo para los niños. Por ejemplo, cuando los niños muestren interés por saber qué dice en un sitio, que los padres se lo indiquen y que se refuerce el valor de la lectura”, recalcó Reyes.
A tu salud