Cuando en 1994 Hugo Chávez recibió el indulto y salió de Yare, a todo el mundo le quedó claro que se trataba de un militar procesado y condenado por intentar romper el hilo constitucional. Fue agarrado con las manos en la masa, juzgado y sentenciado de acuerdo con lo que dictaba la ley. Pero recibió el perdón de la pena y por eso estamos aquí.
Cuando un régimen hace alarde de un gesto supuestamente magnánimo en contra de aproximadamente 100 opositores que no han cometido delito alguno y mucho menos han sido procesados, no puede hablarse de lo mismo.
Lo primero que hay que hacer notar es que a todos los venezolanos, fuera y dentro del país, les alegra mucho que estos hombres y mujeres al fin puedan reunirse con sus familias. Nunca nadie dudó de su probidad, de su sacrificio y de su amor por el país y de que no habían cometido ningún delito.
Pero también es obvio que se trata de la admisión de una culpa. El cinismo de la cúpula rojita ha ignorado por años lo que el mundo entero señala, que tienen las cárceles llenas de presos de conciencia. Ahora la evidencia está a la vista de todos, y eso hay que gritarlo a los cuatro vientos. Si tienes presos políticos estás anotado con las dictaduras del mundo. Se trata de un régimen que encarcela a los que opinan diferente.
Por otro lado, algunos interpretan que lo que sucede es que la cúpula rojita está asustada. Que la pantomima de las elecciones de diciembre les está costando cara porque el mundo entero sabe que son una farsa más de las que ellos acostumbran. Quizás están apelando a los apetitos de ciertos políticos y hay que reconocer que en otras ocasiones esta jugada les ha salido bien.
En este caso, es bueno que existan organizaciones como el Foro Penal, que aclara con números en la mano que las excarcelaciones y demás medidas en contra de estos opositores son apenas una fracción. Muchos quedan tras las rejas, aislados; muchos siguen perseguidos y temen por sus vidas. Aunque el jefe de comunicaciones rojito diga que se trata de una medida a favor de la reconciliación de Venezuela, la injusticia todavía es palpable, como en todas las dictaduras.
Por todos los que aún quedan escondidos en las mazmorras del régimen; por los venezolanos que no tienen qué comer; por los que se mueren de mengua sin encontrar un medicamento, por todos, vale la pena hacer un último esfuerzo. Por eso la oposición debe responder a este decreto con más tino que análisis. Dejar las interpretaciones para cuando Venezuela vuelva a ser democrática y pueda salir a la luz la verdad.
Ahora es tiempo de aumentar la presión, de tomar una bocanada de aire y seguir para que los venezolanos al fin celebren como es debido.
Editorial de El Nacional