Esta anomalía tiene nombres raros, pero lo realmente insólito es aquello a lo que aluden. Se le conoce como difalia, fiphalius o DP, y consiste en una malformación congénita que hace que los hombres tengan dos penes.
Durante el primer mes de gestación del feto se desarrolla esta anormalidad, que suele producirse junto con la duplicación de otros órganos, como el intestino o los riñones. En el caso de compartir la uretra (pene bífido), hay que estudiar si ambos penes funcionan, si bien (pseudodifalia) se recomienda operar cuando uno de los dos no lo hace.
Pero no todo son desgracias, porque según la situación particular de que se trate puede incluso ser una bendición para disfrutar del sexo. Sería el caso de las personas que no precisan recurrir a la cirugía por no sufrir problemas que impidan un normal funcionamiento.
Disfrutarlo en la intimidad
En estos casos, tener difalia podría considerarse un auténtico privilegio o, al menos, una oportunidad increíble para disfrutar del sexo de un modo único. Dejamos a la fértil imaginación de cada uno las posibilidades que ello supondría…
Lógicamente, la decisión de extirparlo o no (de operarse o dejarlo tal cuál si ambos funcionan) es difícil, sobre todo por el estigma psicológico que conlleva esta anormalidad tan atípica, pues no se han registrado más de un centenar desde 1609.
Fue entonces cuando se descubrió el primer caso, y desde aquella ocasión la duplicidad de los órganos reproductores masculinos sigue siendo algo extraordinario por simple cuestión estadística y, por supuesto, por las connotaciones sexuales que conlleva. En las mujeres, su equivalente es la doble vagina (útero didelfo) y también se trata de una insólita malformación. Fue sonado el caso de Hazel Jones, una británica de 27 años, cuya llamativa condición le permitió perder la virginidad dos veces.
Fuente: Sexualidad180