La informalidad del cantaor Diego El Cigala durante su presentación, el viernes en la Sala Sinfónica del Centro de Bellas Artes de Santurce, rayó en el irrespeto para un público que llenó el lugar y que lo fue abandonando de a poco ante la actitud que mostró el artista español quien no dejó de ingerir alcohol en toda la noche y en pleno show.
Luego de la apertura del espectáculo, a cargo de la cantante puertorriqueña Giselle Solís y Daniel Díaz en los panderos, entraron los cuatro músicos de El Cigala, quienes sin duda fueron los que salvaron la noche; tocaron algunas melodías hasta que unos 45 minutos después apareció el artista. La audiencia lo recibió entusiasmada.
El cantante tomó su lugar en una banca junto a una mesita con bebida y no tardó en estirar la mano para tomar el primero de los muchos sorbos de la noche de un vaso alto que contenía una bebida que después supo este diario que era ron, y otra de un color rosado, que acompañaba por un ritual en el que sumergía sus dedos en el trago, y los sacudía varias veces al piso de la tarima “bautizándola”, según dijo, y luego se la pasaba por la frente.
Hizo el primer intento de hablar y el público protestó con un “no se oye”. Él se levantó y fue alambrado en el mismo escenario por unos hombres y regresó a su puesto, no sin antes arreglarse el bling, bling, de oro que como buen gitano el Diego llevaba en sus pulseras, anillos y cadenas.
“Estoy bien contento. Gracias le doy a Dios por traerme a tocar en Puerto Rico, sobre todo darle gracias a Dios por la música. Dios me los bendiga y aché”, saludó el artista seguido por aplausos efusivos antes de entonar los primeros temas.
“Disculpen muchachos esta es una prueba de sonido”, le comentó a sus músicos en lo que a todas luces parecía un ensayo, y salió del escenario. A alguna gente del público también les provocó salir.
A la vuelta se le sirvió y tomó otro trago. “A la salud de todos ustedes. Viva Puerto Rico”, se santiguó con la bebida. Para entonces sus ademanes, movimientos erráticos y muecas le provocaban risa a la gente.
Era tan obvio su estado, que cuando subió a cantar con él el salsero Andy Montañez, en lo que fue uno de los pocos momentos de disfrute de la noche, bromeó con el tema de la bebida.
“¿Si yo les digo que esto es jugo de china? Ustedes me van a decir, ‘sí, Pepe’. ¿Si yo les digo que esto es un jugo de manzana? Ustedes me van a decir ‘sí, Pepe’”. Luego miró a Cigala y le explicó “cuando dices ‘sí, Pepe’ en Puerto Rico es que es una mentira”.
Durante su segunda presentación en la Isla, Diego interpretó los tangos muy a su estilo Profundo como se titula su show, Por una cabeza, El día que me quieras, así como Alfonsina y el mar, y en un solo con su pianista regaló Vete de mí y Vida loca, Inolvidable, 20 años y Corazón loco.
El tango Garganta con arena parece haberle provocado sed al cantante porque salió nuevamente del escenario por un tiempo más prolongado y regresó con un vaso en la mano con una bebida como las anteriores. También le provocó a gente salir, pero esa vez para no volver.
El artista tosió frecuentemente entre sus interpretaciones y realizó movimientos guturales para despejar su garganta y sistema respiratorio.
No obstante, los que se quedaron hasta el final pudieron escuchar el homenaje que el ganador de tres premios Grammy le dio a Cheo Feliciano y que le acompañaron en clave de salsa con sus palmas en De cualquier malla sale un ratón, entre otros. Luego de una velada que se extendió por tres horas concluyó con sus éxitos Lágrimas negras, Bien pagá, y El cantante, en tributo a Héctor Lavoe que ha incluido en un disco de salsa que está preparando.