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Diabetes e hipertensión, dos males silenciosos que afectan la salud

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Diabetes e hipertensión, dos males silenciosos que afectan la salud

Llegó descompensado y debió entrar de emergencia a terapia intensiva. Tenía 1.600 mg/dl (miligramos por decilitro de sangre) de triglicéridos, el principal tipo de grasa que una persona tiene en el organismo, cuando el indicador normal es menos de 150 mg/dl.

 

El nivel de azúcar en sangre (glucosa) había alcanzado los 800 mg/dl, cuando debe estar por debajo de 125 mg/dl. Entró en coma a causa de una diabetes mellitus que hasta entonces no sabía que padecía. Cuando logró recuperarse, el vendedor ambulante de refrescos confesó a los doctores que a sus 50 años se tomaba al menos unos 55 vasos de gaseosa al día.

 

Su caso despertó la preocupación de los médicos del hospital Abel Gilbert de Guayaquil, donde fue atendido por las complicaciones de una enfermedad que hoy se ubica como la primera causa de muerte entre los ecuatorianos, seguida por la hipertensión (presión arterial mayor a 140/90).

 

Según el INEC, 4.456 personas murieron en el 2011 a causa de diabetes mellitus, cuya tasa de mortalidad creció casi nueve puntos en cinco años. En el 2006, de cada cien mil habitantes 20,6 morían por esta enfermedad; en el 2011 (último dato disponible) de cada cien mil, fallecían 29,18. En ese mismo año hubo 4.381 muertes por enfermedades hipertensivas, con una tasa de 28,70 por cada cien mil personas.

 

Los malos hábitos alimenticios, que se traducen en un consumo de alimentos excesivos en grasas, azúcares y sal, y la falta de actividad física son los principales factores que contribuyen a un incremento de los casos en el país.

 

La Encuesta Nacional de Salud (Ensanut), una investigación realizada por el Ministerio de Salud y el INEC presentada en diciembre pasado, da cuenta de ello. Según sus resultados, en el país 414.514 personas mayores de 10 años sufren de diabetes. Entre ellos, más del 90% presenta resistencia a la insulina y entre los no diabéticos casi uno de cada dos presenta el mismo problema, es decir, son prediabéticos.

 

La resistencia a la insulina está generada por el sobrepeso y la obesidad, explica María Vanegas Moreno, jefa del servicio de Endocrinología del hospital Luis Vernaza, ya que una ingesta de alimentos mayor a la necesaria demanda más funcionamiento del páncreas. Este debe generar más insulina para controlar el nivel permisible de azúcar en la sangre y llega un momento en que se agota o colapsa. “Si no se corrige con dieta y actividad física la persona termina diabética”, señala.

 

La investigación también concluyó que más de un tercio de la población mayor a 10 años (3’187.665) es prehipertensa y 717.529 personas de 10 a 59 años padece de hipertensión arterial.

 

Denisse Viteri, de 32 años, y Mario Ramírez, de 45, son parte de ese grupo. A ella, empleada de una telefónica, le detectaron la enfermedad hace un año y, según el diagnóstico, la heredó de sus padres hipertensos, pero la desarrolló tempranamente por el estrés.

 

A Mario se la diagnosticaron hace siete años debido a su temperamento y al estrés. Presentaba mareos, dolores de cabeza, visión borrosa y un día amaneció con su ojo izquierdo lleno de sangre.

 

Luis Pezo, jefe del servicio de Cardiología del hospital Teodoro Maldonado del IESS de Guayaquil, dice que la línea hereditaria es la base para desarrollar la hipertensión, sumada a factores de riesgo, entre los que se incluyen el consumo de alcohol y tabaco.

 

“La genética tiene mucho que ver, así, un padre hipertenso da el 80% de riesgo de padecerla a los hijos; la madre, 50%, y ambos 140% de riesgo”, señala el cardiólogo Roberto Lecaro.

 

Pero también depende del grupo de edad (es más prevalente a partir de los 50 años) y, al igual que en la diabetes, influyen la alimentación, el sobrepeso, tener el colesterol bueno (HDL) bajo y el colesterol malo (LDL) y los triglicéridos elevados, refiere Ernesto Peñaherrera, jefe de Cardiología del hospital Luis Vernaza.

 

El riesgo mayor, indica él, es que tanto la diabetes como la hipertensión son enfermedades silenciosas, que no dan síntomas hasta que ya han sido adquiridas, y que conducen a complicaciones graves, como ceguera, lesiones cerebrales e insuficiencia renal.

 

La Ensanut, que se realizó a 92.500 personas de cero a menos de 60 años a escala nacional entre el 2011 y 2012, cuantificó por primera vez en el país los problemas de sobrepeso y la falta de actividad física (ver gráfico), que son los precursores de la diabetes y la hipertensión, indica Wilma Freire, investigadora principal.

 

Se determinó que de la población total, 6’797.272 personas tienen sobrepeso y que el 29,2% de los habitantes presenta un consumo excesivo de carbohidratos (especialmente de arroz). Además, el ecuatoriano de entre 1 y 60 años ingiere en promedio 183 gramos de frutas al día, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 400 gr/día, que equivalen a cinco porciones de frutas y verduras diarias.

 

El problema se refleja incluso en edades más tempranas. Por ejemplo, en niños de 0 a 5 años, la prevalencia de sobrepeso y obesidad aumentó de 4,2%, en 1986, a 8,6% en el 2012, es decir, que en 26 años se duplicó la proporción de niños con sobrepeso.

 

Vanegas asegura que esta alteración metabólica tiene su origen en el nacimiento, debido a que no se completa la lactancia materna y se recurre a sustitutos (fórmulas enlatadas). Según la Ensanut, solo el 43,8% de los niños menores de 5 meses tuvo lactancia materna exclusiva y en el rango de 5 a 6 meses el 72% ya consumió líquidos distintos a la leche de seno. Esto, pese a que estudios científicos señalan que la lactancia exclusiva merma la incidencia de obesidad, hipertensión y diabetes en la niñez y adultez.

 

Gloria Gallegos, coordinadora de nutrición del hospital Abel Gilbert, dice que ambas enfermedades son prevenibles si se cambian los hábitos alimenticios. Sugiere poner límites al consumo de sal (la OMS recomienda 5 gramos, equivalente a una cucharadita al día) y en el caso de diabéticos e hipertensos eliminar paulatinamente de la dieta. En el caso del vendedor de gaseosas, un ajuste en su alimentación le ha ayudado a evitar una nueva crisis.

 

17 años con medicación

Magdalena Peralvo es ambateña, tiene 76 años y desde hace 17 depende de pastillas para mantener controlada su presión. Es hipertensa, pero nunca sintió malestares que le alertaran de la enfermedad. Se la detectaron en sus chequeos habituales y ella la atribuye a los cambios de temperatura que tuvo que enfrentar durante su vida, pues ha vivido entre Perú, El Salvador y Quito, donde reside actualmente.

 

Ahora a más de los medicamentos, Magdalena lleva una dieta libre de sal, grasas y alimentos fritos. Dice que no le fue difícil adaptarse porque su esposo es diabético y ya tenían un régimen restringido.

 

Estar controlada le demanda unos $ 110 al mes entre las consultas y la medicina.

 

Desde los 50 es diabético

A Rogelio Rodríguez, de 75 años, le diagnosticaron diabetes mellitus hace 25 años, tras llevar una dieta rica en carbohidratos (guatita, fritada y seco de chivo eran sus comidas habituales). Desde entonces se ha sometido a tres operaciones a consecuencia de ello.

 

La última fue hace un año. Tras tomar “cinco copas de whisky”, terminó en el quirófano por pancreatitis. “Debía festejar, nació una nieta a los once años que se casó mi hijo”, dice Rodríguez. Ahora lleva una dieta estricta.

 

Una parte de los gastos de su enfermedad los ha costeado con $ 5.000 que su esposa recibió de una herencia. Actualmente acude al hospital público Abel Gilbert, en Guayaquil, para atenderse.

 

Malos hábitos le pasan factura

Pasó hace once años. Sara Mejía, ahora de 64, había recibido la anestesia para extraerse una muela. Cuenta que tras ello le empezó un dolor de cabeza intenso: “Parecía que me iba a estallar. Los ojos se me brotaban”, cuenta. Ante aquella reacción, el médico la derivó para que le tomen la presión. Fue allí cuando le detectaron que era hipertensa y que debía haber recibido una anestesia específica.

Ahora Mejía ya ha sido operada una vez de la vesícula y tiene artrosis. Como es obesa, está a dieta. Parte de sus males se derivan de malos hábitos alimenticios: caldo de hueso, cola o jugo en polvo, torta. Sigue un tratamiento pero dice que, “a veces”, se olvida de tomar las pastillas.

 

 Fuente: El Universo

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