Los músicos poseen su efemérides particular y han escogido para conmemorarla el día 22 de noviembre, en honor a Santa Cecilia, mártir cristiana que ha sido representada en lienzos antiguos ejecutando un arpa, una cítara o un clavicordio; según las tradiciones esta dama romana fue un portento musical que entonaba salmos, apoyada por su familia -de cómoda posición económica-, y que su cuerpo fue encontrado muchos años después intacto, e incorrompido, en posición yacente como en un éxtasis poético o en “estado de gracia”. Lo cierto es que un 22 de noviembre del año 1525 se celebró en Evreux, Normandía, Francia, un evento artístico que reunió un selecto grupo de bardos, cantantes y ejecutantes de instrumentos musicales, en una competencia que contó con premios consistentes en metálico y en especies animales sacrificadas para la ocasión, el ágape estuvo animado con consumo de vino y otros licores.
Más adelante, a partir de 1695, en Edimburgo, Escocia, un grupo de gaiteros comenzó a celebrar el 22 de noviembre como su “Día”, y la conmemoración se fue expandiendo en otros países europeos, tales como Alemania, Holanda, España y Francia. Así nos llegó al continente americano de la mano y sonidos musicales, traídos por religiosos que entonaban “cantos gregorianos”, acompañados con órganos, guitarrones, e instrumentos de viento, que posteriormente fueron formando grupos denominados “rondallas” y otras variedades de conjuntos corales a capella. En Venezuela, en Coro apareció la figura del “Chantre”, especie de supervisor de las actividades musicales del Cabildo, de la recién creada provincia; más adelante y de forma mejor organizada se formaron “maestros de capilla”, virtuosos ejecutantes y compositores de música sacra -que también interpretaban en las llamadas procesiones cantos litúrgicos-, que devinieron hacia lo profano, constituyendo agrupaciones populares que entonaban villancicos, que se popularizaron como “aguinaldos” y otras manifestaciones que han constituido parte muy importante de nuestro autóctono folclore, con características particulares en cada región.
El sincretismo religioso se hizo posible con la mezcla de razas y culturas, en un hibridismo maravilloso, donde lo pagano y lo divino se imbricaron formando nuestro carácter y alegría, amalgamados en los ritmos, canciones, y danzas. En ello fueron partícipes las familias “mantuanas”, que trajeron de Europa pianos, y hasta maestros de canto para formar a las hijas de los “grandes cacaos”, dentro del ámbito musical, ya que era de buen gusto y denotaba su condición social. A comienzos del siglo XIX se presentaron en Caracas “compañías de ópera y zarzuela”, que motivaron la aparición de instituciones como la Academia de Bellas Artes (1849), Escuela de Música (1850), Teatro Caracas (1854) y el Teatro de la Zarzuela (1866).
Ahora bien. ¿Qué es la música? En nuestro modesto concepto es ese intangible, que no podemos palpar, pero sí sentir, disfrutar, percibiendo emociones, que estremecen nuestros cuerpos, aceleran nuestras palpitaciones y nos produce un estado de ánimo incomparable; con la particular interpretación de cada quien. La música es un arte, una ciencia, que va mucho más allá de lo anteriormente expresado; por ello se estudia, se comprende, y se difunde, bien sea vocalizado o a través de la ejecución de cualquiera de los diversos instrumentos, que el ser humano ha creado, para su deleite y satisfacción. En Escuelas de Música y Conservatorios los profesores inculcan sus conocimientos en la eterna búsqueda de la perfección, plasmando en pentagramas sus genialidades, que se reproducirán en conciertos de grandes orquestas sinfónicas o polifónicas, según, como, para, y por qué fueron creadas. Creando una excitación placentera en los públicos, que pudiese interpretarse como el logro de un clímax u orgasmo extrasensorial colectivo.
Venezuela ha producido una pléyade de músicos e intérpretes de reconocimiento planetario; no existe instrumento musical en que alguno de nuestros paisanos no se haya destacado con ribetes de genio, y para no herir susceptibilidades ni algún otro sentimiento encontrado, no los nombraremos. No obstante todos nosotros los conocemos, sabemos de sus méritos, de sus triunfos y decepciones, porque la música actúa como extraordinario “hilo conductor” de emociones que los motiva, estimula y transmuta, en el tiempo y en el espacio. Hemos querido significar y dignificar el oficio de ser músico, desde el modesto y analfabeta ejecutante del “cuatro”, hasta el virtuoso maestro o director; todos ocupan un sitial de honor en el corazón de la venezolanidad, tan alegre, risueña y plena de esperanzas, que vive y sueña a través de la música.
La música como producto de la mente humana, es el nutriente del alma, receptáculo donde se alojan los más hermosos y sensibles ideales del infinito Universo; y por lo tanto -a nuestro entender- debe poseer estas sencillas pero fascinantes condiciones: armonía, composición y buen gusto; ser agradable al oído, provocar isócrono acompasamiento, suscitar bellos sentimientos, y en cuerpo y alma alcanzar el anhelado nirvana filosofal. ¡Feliz Día del Músico!