Después de ver ‘Shame’, la nueva y polémica película que protagoniza Michael Fassbender, uno se llega a plantear: ¿yo puedo tener ese problema? ¿Qué relación tengo con el sexo? Lo mío… ¿es una afición o una obsesión?
Para descubrir si lo que tienes es una predilección por la cama o una enfermedad hemos consultado a Pilar Cristóbal, una de las sexólogas y psicólogas más respetadas de nuestro país. Y lo que nos ha dicho nos tranquiliza. Para empezar porque, según Cristóbal: “Tiene mucho que ver con los presupuestos morales, porque la angustia tiene que ver con el sentimiento de culpa.
De hecho, esta enfermedad nace en los países calvinistas, muy rígidos en este sentido, mientras que en los países mediterráneos, de influencia católica, apenas se da. En la religión de Roma existe el concepto de perdón de los pecados, con lo que se soluciona el problema de pecar. En España prácticamente no encontramos gente diagnosticados como obsesos sexuales”.
Así que, por lo menos geográficamente nos salvamos de esta enfermedad que impide disfrutar del sexo: “Alguien que tiene el nivel de deseo muy alto puede ser considerado un obseso por su entorno, pero lo que nos indica que es un problema más grave es cuando se sufre. No es lo mismo una persona que aprovecha el momento -lo que llamaríamos un vividor- que disfruta con el sexo, al que se masturba sin conseguir placer en ello”.
Pero claro, para saber si lo sufrimos, primero tenemos que saber qué es una obsesión: “Desde el punto de vista científico”, continúa Cristóbal, “es una idea recurrente que te impide hacer cualquier cosa”. En ‘Shame’ eso se refleja perfectamente en el trabajo donde el personaje que interpreta Fassbender llega tarde, no cumple las expectativas e, incluso, tiene un problema con su ordenador. Pero no sólo eso, también encontramos como su obsesión le impide relacionarse con los demás.
Tipos de enfermos
Dentro de la obsesión sexual encontramos dos perfiles. Por una parte, el obsesivo, que es aquel que ve sexo en todas partes (lo primero que detecta en un texto escrito son las “x”); y por otra el compulsivo, que es el que se masturba durante horas sin encontrar satisfacción o puede llegar a tener relaciones con 20 o 30 personas en una noche sin saciarse (plasmado perfectamente en la película). “El problema en la obsesión sexual es que como existen unos niveles de angustia muy altos no se da ocasión al relax”.
Los hombres suelen responder a un patrón más compulsivo mientras que las mujeres, por la represión sexual a las que se les ha sometido históricamente, suelen ajustarse más al patrón obsesivo. Pero, conforme la sociedad avanza y la mujer se libera, la mujer compulsiva esalgo más común (siempre, como hemos dicho, teniendo en cuenta que es una enfermedad que afecta a muy poca gente).
¿Tiene solución?
Seguro que a estas alturas estás más relajado y respiras tranquilo al saber que el hecho de que de vez en cuando por tu mente pasen mujeres ligeras de ropa no quiere decir que seas un enfermo, sino que tienes una sana relación con tus “más bajos instintos” (si es que les queremos llamar así). Saber que por imaginarte en ropa interior a tu compañera de trabajo, a tu secretaria o a la chica del metro no quiere decir que tengas un problema psicológico. O de que el hecho de querer más tras el primero polvo sólo quiere decir que estás en plena forma.
Pero, si por el contrario acabas de descubrir que la masturbación no es una práctica que se haga cada media hora y crees que tienes verdaderamente un problema, tranquilo porque tiene solución.
“No existe un tratamiento específico para la obsesión sexual, se trata igual que todas”, afirma nuestra sexóloga. “Primero con una medicación para bajar niveles de ansiedad, para luego pasar a una desensibilización sistemática (conseguir imaginar en fantasía lo que más miedo te da). En el fondo es regular el número de masturbaciones, ir bajando y cambiar cantidad por calidad. Se reconstruye el imaginario sexual que el enfermo tiene distorsionado”.
Una obsesión no es una esquizofrenia o una paranoia, enfermedades realmente graves, pero sí es dolorosa. En las dos primeras el enfermo no es consciente de su problema, de ahí que no exista ese sufrimiento mental. En cambio, un obseso sexual sabe que tiene un problema, que lo que le sucede no es normal y lo pasa muy mal al ver que no le deja vivir.