La revista Semana publicó un artículo de investigación sobre el negocio de las venezolanas en los barrios de Santa Fe que ejercen la prostitución. Tal es el caso de una joven de 27 años que dejó a su hija en Maracaibo y empacó sus maletas para “vender caricias” en el país vecino, con la esperanza de hacer suficiente dinero para que su hija pueda comer.
Las venezolanas son “bien cotizadas” en Colombia y el número de mujeres que cruzan la frontera para ejercer la prostitución ha ido en aumento. “El acento venezolano es un plus en el ambiente de la noche. Sandra, una colombiana esbelta y menos voluptuosa que sus compañeras de La Piscina, intenta hacerse pasar por caraqueña. Le da más réditos, más opciones de cazar un cliente. Pero su inocultable deje de bogotana y el desconocimiento sobre el país vecino la delatan ante la primera pregunta”, describen.
Semana sigue contando en detalle la historia de la venezolana: “Sari sabía que no duraría más de una semana en Bogotá. Apenas consiguiera el dinero que necesitaba empacaría su maleta y emprendería la travesía de regreso. Volvería a Venezuela por su hija y para operarse las tetas. Estudió relaciones públicas, su carrera la financió la revolución bolivariana, pero desde hace cinco años no conseguía trabajo. En Colombia, encontró la fórmula para conseguir dinero”.
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