Hay acontecimientos que se tocan, pero no se ven. Esta es una reflexión de Alexis de Tocqueville en su libro El Antiguo Régimen y la Revolución, obra fundamental que no suelen leer los revolucionarios del siglo XXI, más apegados a Twitter que a la lectura de libros para la política y para la vida.
María Gabriela Chávez, hija del comandante eterno, lanzó dos tuits en los que pone el dedo en dos hechos que no pueden pasar inadvertidos. El primero se refiere al abuso reflejado en el video que mostró Rafael Lacava, gobernador de Carabobo, como homenaje al futbolista argentino Diego Armando Maradona. En el material se muestra al propio Lacava y a Nicolás Maduro, así como a Maradona y a Hugo Chávez, todos en figuras que emulan a superhéroes. Un menjurje en el que se juntan el “comandante eterno”, “Superbigote”, Maradona y “Drácula”: ¡mezcla de infantilismo con cursilería!
Tras hacerse pública la producción audiovisual, María Gabriela la repudió: “Simple: la mejor manera de honrar al comandante Chávez es siguiendo su ejemplo de vida, de humildad y entrega. NUNCA haciendo un grotesco video de unos tontos superhéroes. ¡¡¡¡Es una falta de respeto a la memoria de mi padre!!!!».
Esta opinión fue respaldada por Rafael Ramírez con otro tuit el mismo día, en el cual le ofrecía su respaldo a la hija de Chávez. “Cuenta con todo mi apoyo @Maby80 en la defensa de la memoria y obra el Comandante Chávez, a nosotros nos han perseguido y exiliado por hacerlo, pero él vive en su ejemplo y obra revolucionaria”, escribió.
Este mensaje fue respondido por María Gabriela de manera tajante: “No quiero ni necesito el apoyo de un delincuente como usted. De mi opinión como hija NO se guinde para sus proyectos personales. ¿Defender la memoria de Chávez, USTED? Jajaja por favor!!!”. Ante contundente afirmación, el otrora zar petrolero del comandante Chávez, perplejo borró el inesperado comentario en el cual fue tildado, con claridad y sin vacilar, de delincuente por la hija del hombre al que sirvió sumisamente por tantos años.
Lo descrito nos pone ante dos circunstancias que se tocan, pero no han sido vistas con su poderosa contundencia. La primera, el repudio a la iniciativa de Lacava no fue contestado por el locuaz gobernador, quien suele ser intolerante con la crítica a su persona. Ese silencio se explica porque el video fue rechazado hasta por los chavistas de todos los tenores. En el fondo, entraña una burla y un ultraje a la imagen del propio Chávez que la precipitación, la ridiculez y la adulancia no pudo advertir. Además, el arrojo que significa despilfarrar fondos en algo tan inútil en un país de constantes apagones, deficiencias de servicios y de crisis en el sector salud. ¿Qué piensa de esto el chavismo originario?
El otro aspecto que se desprende de la respuesta de María Gabriela a Rafael Ramírez es que la imagen de este exministro del Petróleo es cuestionada por los distintos sectores del oficialismo. Los revolucionarios chavistas y maduristas le imputan hechos protuberantes de corrupción, sobre lo cual el teniente coronel tiene responsabilidad porque fue él quien le dio el poder para hacer lo que hizo cuando regentaba, como fundo propio, la Pdvsa “roja rojita”. El trabajo de Ramírez significó la politización radical de la industria petrolera nacional, que la llevó a la situación en la que hoy se encuentra.
Y la responsabilidad de Chávez está comprometida en los desafueros de su hombre de confianza en los asuntos petroleros. Sin su apoyo, Ramírez solo habría sido un burócrata de segunda en la industria petrolera. Pero su poder acabó con el ascenso de Nicolás Maduro. Antes de eso, aparecían unidos en función de la “lealtad” a Chávez. Pero no era así. Detrás de las apariencias había un volumen de desacuerdos y rivalidades que salieron a flote en la primera oportunidad. Los tuits de María Gabriela Chávez, en los cuales repudia el señalado video, ponen en evidencia los conflictos que se destaparon con la muerte del comandante.
La memoria de Hugo Chávez está destinada a vivir la experiencia trágica de que la leyenda la hacen a veces los que vienen detrás y la sufren los que llegaron primero. ¿Qué opinas de esto, Robespierre?
Editorial de El Nacional