Conocido como el país con la mayor cantidad de homicidios de Sudamérica, Venezuela es una ruleta rusa donde ahora se suma la violencia política entre dos proyectos enfrentados de país.
El arzobispo de Caracas, cardenal Jorge Urosa, dijo a la AFP que percibe «un incremento de agresividad en general en el pueblo venezolano» e hizo un «llamado apremiante para que que cese la violencia social», por un lado, y para superar «la violencia política debida a la polarización», por el otro.
Diciendo que no es posible «establecer un nivel de influencia» de una sobre la otra, el cardenal señaló que ambas violencias «se juntan» en el país.
Venezuela tiene el índice récord en Sudamérica con 54 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Solamente en el primer trimestre de 2013, registró 3.400 homicidios, según cifras del gobierno.
De acuerdo a un informe de la ONU publicado en septiembre del año pasado, el país caribeño es el sexto con mayor tasa de homicidios del mundo, de los 206 países comparados. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, la casi total impunidad en Venezuela -superior al 90%- impulsa a los venezolanos a hacer «justicia» por mano propia.
En la vida real, esto se traduce en una existencia recluida. La gente no lleva a sus hijos al cine si la película terminará en un horario nocturno. Los peatones miran constantemente sobre el hombro, alertas. Atracos a mano armada son frecuentes en la vía pública, a la vista de todos; o bien ante las ventanillas de los vehículos rehenes del tráfico. Detener un coche en un semáforo rojo es un riesgo que a ciertas horas nadie corre.
«Todos estamos asustados unos de otros. Uno se va a subir a una buseta (autobús) y tiene miedo porque no sabe quién está adentro, y los de adentro te miran con miedo porque no saben quién está subiendo», dijo a la AFP Adriana Del Valle, una jubilada de 58 años, en una zona popular del centro de Caracas.
A este clima de recelo, se superpone la violencia política de un país dividido en dos mitades casi exactas.
Luego de la victoria el 14 de abril del presidente chavista Nicolás Maduro por un escaso margen de 1,8 puntos porcentuales, el candidato opositor Henrique Capriles Radonski desconoció los resultados de las elecciones, exigió una auditoría y llamó a sus partidarios a manifestarse.
A esto siguieron fuertes protestas, que según el gobierno derivaron en nueve muertos, 78 heridos y ataques a 25 centros médicos populares, en episodios por los que el gobierno culpa a simpatizantes de la oposición, a quienes acusa de «golpistas» y «fascistas».
«El llamado es a la reflexión, que se retiren, que no oigan esos llamados a la violencia que les hacen en algunos casos», pidió a los manifestantes la ministra de Salud, Eugenia Sader, a través del canal estatal VTV.
De su lado la coalición opositora, más la Confederación de Trabajadores de Venezuela y las ONGs Provea y Foro Penal Venezolano afirman que la represión durante y después de las protestas ha conducido a cientos de detenciones arbitrarias, violencia física contra manifestantes y despidos de empleados públicos sospechosos de ser contrarios al chavismo.
Así, a la violencia social que ya era señalada como la mayor preocupación del 80% de los venezolanos -y la cual Maduro prometió combatir con mano dura-, se suma la violencia verbal, y en ocasiones física, de un clima político belicoso.
«Por una parte, hay un tipo de violencia estructural y, por la otra, una violencia inducida políticamente», dijo a la AFP el sociólogo Nicmer Evans.
Pero, si bien el analista no se apura en conectar ambas violencias, el sociólogo y ensayista Miguel Ángel Campos considera que éstas son parte de la idiosincrasia del venezolano.
«Aquí hubo saqueos en 1812 y los ha habido en todos los momentos de temblor social. Somos una sociedad violenta», refirió, recordando también los saqueos en Caracas en 1988 y los tres golpes de Estado que precedieron a la situación política actual: los dos fallidos de 1992 -el primero protagonizado por el fallecido Hugo Chávez- y el breve de la oposición en 2002.
Esto «viene de la tremenda pobreza histórica en Venezuela, donde las masas no tienen ningún rol épico más allá de la guerra de Independencia y la guerra Federal. Es decir, no hay una épica de lo civil», dijo el experto en una entrevista al diario 2001.
Ante este escenario de violencia social estructural y violencia política inducida, el cardenal Urosa dijo que «es necesario que se reconozcan los derechos civiles, sociales y políticos de todos los venezolanos de parte del gobierno, y que se deponga el lenguaje agresivo».
«Se trata de que todos vivamos como un solo pueblo», recordó el cardenal, que se ofreció como mediador entre el gobierno y la oposición. /JM
FuentE: Agencias