No se puede negar que el régimen está bien asesorado. Tampoco se puede subestimar lo que es capaz de hacer la dictadura cubana para seguir chupando los recursos venezolanos.
En concreto, el petróleo, una pieza fundamental de la supervivencia de la isla, sigue llegando a los puertos cubanos de cualquier manera, a pesar de las sanciones que impuso Estados Unidos.
“No pueden salir cargueros venezolanos a llevar petróleo a ninguna parte”; ellos responden: Les cambiamos la bandera. “Cualquier empresa, del país que sea, será sancionada si transporta crudo venezolano”; ellos dicen: Los sacamos sin bandera. “No pueden llegar a Cuba”; ellos lo cambian de barco en alta mar.
Pdvsa, una de las empresas más reconocidas a escala mundial como productora, exportadora y procesadora de crudo, ahora quedó reducida a contrabandista. Sigue siendo el sostén más importante de los dos regímenes dictatoriales en cuanto a recursos que aporta y obviamente movilidad.
Pero de esos recursos no se benefician los pueblos. A pesar de la apertura que ha ocurrido en la isla en los últimos años y que muchos furibundos izquierdistas internacionales tratan de alabar, las filas de cubanos esperando transporte siguen siendo elocuentes.
Para los venezolanos tampoco hay gasolina. En las ciudades y pueblos de este hermoso país lo que era cotidiano, garantizado, fácil, seguro, se convirtió en un lujo. La razón la ha explicado muy bien y en diversas ocasiones a El Nacional el dirigente sindical Iván Freites.
Casi todo lo que importan lo traspasan de un buque a otro en altamar y lo envían a Cuba. Casi todo lo que producen lo mandan en barcos sin bandera hacia la isla. Los venezolanos son los últimos en gozar los beneficios del tesoro que guarda su tierra.
Y entonces, para qué quedó la otrora famosa Pdvsa. Para pagar las cuentas de lo que el régimen chavista prometió al régimen cubano. Para pagar favores y apoyos que todavía mantienen. Para hacer negocios que benefician a la cúpula corrupta. Es el cuento de nunca acabar.
Editorial de El Nacional