«Piensa dos veces antes de publicar. Lo que cuelgas ya no se borra». Es el mensaje que lanza el Instituto Nacional de Ciberseguridad (Incide) en España, a través de su subdirector de Operaciones, Marcos Gómez, en conversación con ABC. El consejo no debe caer en saco roto, toda vez que los datos del Instituto, que gestiona la Oficina de Seguridad del Internauta, dan cuenta ya de que más de un 5% y hasta un 10% de los jóvenes de 16 a 34 años en España pierden una oportunidad de trabajo por el mal uso que hacen de las redes sociales. Les pasan factura las fiestas con amigos, y las numerosas fotos que cuelgan en situación de embriaguez, por poner un ejemplo, o sus comentarios ofensivos y su mala educación.
«Al final, todos somos esclavos de nuestras palabras. Uno siempre publica lo que quiere sin pensar en que puede tener consecuencias, pero hay que ser conscientes de los riesgos que conlleva», dice a su vez Esteban Mucientes, vicepresidente de la Asociación Española de responsables de Comunidades OnLine (Aerco).
El último caso de alguien a quien su identidad digital le ha jugado una mala pasada es el de Sergi Guardiola, un jugador de fútbol fichado y fulminado para la plantilla del Barcelona B en apenas ocho horas. El joven de Manacor pidió ayer disculpas a Cataluña y al Barça por haber herido su sensibilidad después de que «un amigo» –se escudó– usase su cuenta personal en la red de micromensajes Twitter para publicar unos comentarios nada apropiados que a la postre le han servido la rescisión de un contrato. Fue un compañero, Toni Alcóver, según su versión, quien grabó en el año 2013 en su «timeline» o cadena de mensajes publicados unos comentarios en contra del que ha resultado ser su club contratante en 2015 y alabando al eterno rival. Fuere quien fuere, el perfil era suyo. Expertos como Mucientes recomiendan tener presencia digital, al tiempo que manejan las redes con responsabilidad y sentido común, sin aprovechar el anonimato que otorga internet. Los especialistas siempre ponen un ejemplo muy sencillo: no publiques en la Red aquello que no serías capaz de decir en alto al destinatario.
«Yo no fui, fue mi cuenta»
«Yo no puse ese tuit que ha aparecido ahora», argumenta el delantero que pertenecía al Alcorcón, a lo que Gómez, desde el Instituto que vela por las buenas prácticas en las redes, responde: «El caso es más común de lo que parece. Las empresas ya rastrean el perfilado del empleado o futuro empleado, se ha convertido ya en un factor más de información de la persona. Y se debe pensar en qué se publica con una visión a futuro». El asidero de Guardiola, dueño del perfil que emitió los tuits no se sostiene cuando, a renglón seguido, dice: «Si sé que lo he puesto y vengo al Barça, soy el primero en borrarlo. Como está en mi Twitter y afecta a mi persona pido disculpas».
El usuario de la red de microblogging dispone de entre uno y dos años para borrar sus mensajes emitidos. Si no, solo una demanda del usuario a la empresa obliga a la red social (desde hace poco tiempo y en base a la legislación europea) a emitir el borrado, explica Marcos Gómez, quien detalla que en el caso de Facebook un perfil se borra en seis semanas y expide una copia de seguridad con toda la información que contiene a quien haya solicitado el borrado. Guardiola debería haber pedido ese borrado si quería jugar en la entidad azulgrana.
Además, Incide y Aerco alertan de que borrar un tuit tampoco es la mejor solución, porque «una captura que circula por redes, o WhatsApp, va a permanecer. El mejor consejo es detenerse dos segundos antes de publicar, sobre todo si eres un rostro público». Mucientes, por su parte, concita: «No conviene eliminar el tuit. Cuanto te pones en el foco y quieres evitar dejar rastro, lo tienes difícil. Todos tenemos nuestra cuenta llena de errores. Cuando se comete un error, la solución es actuar con responsabilidad, pedir disculpas y seguir». Así obró en 2012 la dirigente socialista Elena Valenciano tras publicar durante el encuentro España-Francia de la Europa un comentario soez contra la «fealdad» de Ribery. Retractarse forja una identidad digital «saludable», aduce Gómez, lo que lleva al punto de inicio: las empresas no solo despiden por la «huella» digital, también «cazan talentos» debido a ella.
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