Nada en esta vida es perfecto, incluso esos momentos de pasión que quisiéramos fueran iguales a las escenas de ’50 Sombras de Grey’, por eso te traemos una recopilación de las situaciones más inoportunas que pueden llegar a sucedernos cuando estamos echando pasión…
¡Qué oso!
Aire polaco. El asunto va viento en popa y de repente ¡brrrrr!, un ruido extraño hace su acto de presencia: un gas. Tómalo con calma, lo más probable es que el chico ni se de por enterado. Estos ruidos tienen su explicación y se llaman gases vaginales.
Te quedaste trabada. Te sientes súper sensual, de entre las posiciones del Kamasutra elegiste El Arco, y sin hacer ni dos estiramientos, sólo confiando en el calentamiento pero de los besos te tiendes de espaldas, mientras tu chico te levanta de la pelvis para penetrarte, la cosa va bien hasta que un crujido te avisa que tienes el cuello contracturado. Así que, ¡aguas!
Te equivocaste de nombre. La confianza va creciendo al punto que comienzan a soltar algunas frases para aderezar el sexo, todo va de maravilla, le avisas que estás lista para lo que quiera, elogias su virilidad y terminas la frase con un “Eduardo”, cuando él se llama Alberto. ¡Ups!
La puerta estaba abierta. Con la adrenalina sexual se pueden ir “detallitos” que pueden ser la semilla para un gran oso posterior… como el olvidar cerrar la puerta. Vas camino a un orgasmo delicioso y en ese ¡puf!, alguien abre la puerta, ¡sáquenme de aquí!
Una mordidita. Ya superaste la parte teórica de la felación, pero en la práctica se te van los dientes y sin querer los encajas en el pene de tu chico, ¡auch!, eso sí debe doler.
Fingidota. Te vendiste como una maestra del sexo y cuando llegó la hora de demostrarlo la verdad es que estás tan nerviosa que no logras acercarte al orgasmo, tú táctica es fingir que la estás pasando fenomenal para que él quede impactado; sin embargo, después de observar cómo te retuerces y gimes energéticamente te pregunta ¿estás fingiendo? Ejem… definitivamente esto se nota.
¿Estás adentro? Entre el nervio y la excitación de las primeras veces puedes bloquear ciertas sensaciones, entre ellas, el saber a ciencia cierta si el pene entró a tu vagina… preguntarle si es así puede ser un gancho al hígado al ego de tu chico.
¡Sóbese! ¿Tu efusividad se salió tanto de control que en lugar de beso le diste una mordida? O, ¿te tomaste tan enserio tu papel de la domadora que ya le propinaste arañazos y una que otra cachetada? ¡Terror!
Pis, pis. ‘¡Típico!’ dirían ellos; el momento de la acción está en su máximo punto de ebullición, cuando súbitamente te detienes porque te urge ir al baño. ¿A cualquiera se le va la inspiración, no?
¡Cuánto tráfico hubo hoy! ¿No crees? Acuérdate, los hombres NO son multifunciones, así que aunque tú seas capaz de hacer el amor y rebobinar todo tu día, él trata un asunto a la vez.
¡De pelos! Él quiere, tú quieres… pero entre ustedes se interpone un velo: ¡de vello! Entre una cosa y otra de repente no vemos la necesidad o tenemos el tiempo de depilarnos todos los días.
Bloopers de cama. Los hombres también tienen lo suyito, diremos que el Manual de las Buenas Costumbres Sexuales hacen hincapié en que las mujeres somos más susceptibles a nuestro cuerpo en general (chicos eviten hacer comentarios sobre las nuevas lonjitas o la falta de pompas, eh), mientras que los hombres pierden la inspiración en cuanto encuentran observaciones negativas sobre su virilidad, así que chicas nada de ‘como que lo tienes chico, ¿no? A menos que no lo quieras ver nunca más.
Fuente: Veintitantos