La pandemia sanitaria del Coronavirus ha dejado una huella imborrable en nuestra historia reciente. Una crisis global que cambió por completo nuestras vidas, haciendo que la prevención ante el contagio -con sus respectivas cuarentenas y restricciones- condicionaran nuestra rutina cotidiana habitual. Los hospitales y los centros de salud se vieron saturados como nunca antes, provocando una situación insostenible, de la que tardamos en recuperarnos. Por suerte, con la vacuna, la pandemia ha caído en picado, e incluso ha desaparecido en muchos lugares. Aunque los efectos y las secuelas de la enfermedad están empezando a dejarse ver ahora.
LOS TRATAMIENTOS DE LA COVID-19 ROMPIERON EL EQUILIBRIO DEL MICROBIOMA
Los primeros meses de la pandemia, allá por marzo de 2020, fueron los más duros. El virus atacaba con crudeza el sistema respiratorio, provocando que el sistema inmunológico se viera contra las cuerdas, una infección nueva que no se sabía cómo tratar. Esto hizo que la solución más efectiva en aquellos momentos fuera el uso de antibióticos, evitando así que se produjeran infecciones secundarias, que pusieran en riesgo -más aún- la vida de cada paciente.
Los seres humanos portamos una gran cantidad de microbios en el organismo, los cuales, se encuentran mayoritariamente en el tracto gastrointestinal. Esto se conoce como microbioma, el cual juega un papel esencial para nuestro bienestar, puesto que trabaja con el metabolismo, el sistema inmunitario y el nervioso central. Por lo tanto, hablamos de microbios positivos para el organismo.
Una de las funciones del microbioma es plantar cara a los patógenos invasores, incluyendo el virus. Dada la fuerza con la que el Coronavirus avanzaba en los pacientes infectados, es evidente que el cuerpo necesitaba un refuerzo en forma de antibióticos. Algo que, a pesar de la urgencia, rompía el equilibrio de los microbios positivos y los patógenos, una situación que se conoce como disbiosis.
CUÁLES FUERON LAS CONCLUSIONES DE LOS EXPERTOS
Hoy en día, con las vacunas ya operativas, el volumen de contagios ha caído en picado. El Coronavirus ha perdido gran parte de su fuerza y los centros sanitarios, por fin, respiran aliviados. No obstante, ahora es cuando se pueden empezar a valorar las consecuencias de la pandemia, de cara al futuro. Y, en este sentido, el microbioma ha sido uno de los grandes perjudicados.
Ya están apareciendo estudios en los que se analizan las condiciones de personas que han pasado la Covid-19 e individuos que jamás han contraído la enfermedad. Un análisis que busca comparar ambos pacientes, para así sacar conclusiones en firme sobre el problema real que tenemos que afrontar en el largo plazo.
Una de estas conclusiones radica en las diferencias en las bacterias que hay en el microbioma de ambos sujetos de estudio. De hecho, se han encontrado hasta 55 especies distintas de microbios en los que han sido infectados y en los que no. Unos estudios que todavía están en sus primeras fases y que hacen necesaria la inversión en ciencia para seguir avanzando como corresponde.
LA UNIVERSIDAD DE RUTGERS, RESPONSABLE DE ESTE ESTUDIO
El centro responsable del estudio del microbioma en pacientes de la Covid-19 ha sido la Universidad de Rutgers, de Estados Unidos. Sus científicos han tomado muestras de heces de 20 pacientes infectados, 20 sanos y otros 20 recuperados; encontrando así las condiciones exactas de cada uno.
Tal ha sido la repercusión de este estudio, que se ha publicado en la popular revista de ciencia ‘Molecular Biomedicine’. En el propio medio nos hablan de la importancia de continuar con la investigación, la cual va mucho más allá de obtener claridad sobre el impacto sanitario que la pandemia sanitaria, todavía hoy en día, ha dejado a su paso.
Hablamos de un análisis que permitirá a las empresas farmacéuticas desarrollar probióticos específicamente destinados a quienes hayan sido pacientes de la Covid-19. Una serie de remedios para corregir las secuelas de dicha infección y hacer que, esta vez sí, quienes hayan contraído el Coronavirus, puedan recuperarse por completo.