Crónicas de una Libia sin Gaddafi

Crónicas de una Libia sin Gaddafi

Libia sufre una anarquía luego que en 2011 fuera derrocado su líder, Muammar Gaddafi, que gobernó 42 años. El cronista estadounidense Jon Lee Anderson fue testigo de ese proceso y sus vivencias fueron plasmadas en un libro.

 

 
Cuando en 2011, el periodista estadounidense Jon Lee Anderson llegó a Libia, el país se encontraba en medio de una efervescencia social. Inspirados en los levantamientos iniciados en Túnez y Egipto, miles de libios pedían a gritos la salida de Muammar Gaddafi, quien llevaba 42 años en el poder. Las manifestaciones fueron reprimidas por las fuerzas del régimen, lo que rápidamente derivó en una guerra civil. Ayudados por la intervención de la OTAN, los rebeldes lograron derrocar a Gaddafi, que fue asesinado en octubre de 2011, tras ser encontrado en una alcantarilla. En los cuatro años posteriores, Libia se ha visto envuelta en una anarquía, con una serie de milicias yihadistas tratando de tomar el control de varias áreas y a nivel político los esfuerzos internacionales por establecer un gobierno de unidad nacional han fracasado.

 

 

Jon Lee Anderson, el influyente cronista de la revista The New Yorker, fue testigo de estos acontecimientos, los que fueron plasmados en el libro Crónicas de un país que ya no existe. Libia de Gaddafi al colapso, que acaba de publicarse en español. “Cuando cayó Gaddafi no se podía prever lo que se vive ahora. Su muerte me horrorizó muchísimo, no porque yo considerara a Gaddafi una especie de Mahatma Gandhi ni mucho menos, sino por la forma vil y cruel en que fue asesinado, que nadie merece. Sobre todo por el comportamiento vergonzoso de los mismos líderes que habían estado dándole la mano unos meses antes. Como que todos dieron vuelta la cara, nadie habló del asunto, quizás él fue el primer magnicidio con tortura que vimos por Youtube, fue horrible”, cuenta a La Tercera.

Este reportero de guerra señala que sintió una suerte de gran pésame para Libia, luego de la caída de Gaddafi. A su juicio, la forma en que había sido capturado y luego asesinado demostraba que “no estaban listos para tomar el poder, para gobernarse a sí mismos”. Sus puntos de vista, incluso, lo llevaron a tener discusiones con colegas y amigos libios. “Se robaron la oportunidad de juzgar a su dictador, los libios eran copartícipes en la represión, era la oportunidad de exorcizar sus demonios y comenzar con un paso nuevo, pero no lo hicieron. A partir de ahí todo comenzó a degenerarse: al año mataron al embajador estadounidense y con eso se fueron los norteamericanos y la mayoría de sus aliados también. El mundo de afuera ya no existe en Libia, todo eso para mí ha sido, esperado, pero inevitable”, dice.

 

 

Las crónicas de Jon Lee Anderson comienzan el 27 de febrero de 2011 y se extienden hasta agosto pasado, dando cuenta de la guerra y sus efectos, así como también detalla la anarquía en la que se encuentra el país. “No es exagerado decir que hay un caos en la Libia post Gaddafi. Dos gobiernos que compiten dicen que tienen legitimidad. Milicias armadas deambulan en las calles. La electricidad, a menudo, no funciona y la mayoría de los negocios se encuentran paralizados; las ganancias del petróleo, el mayor activo del país, se han reducido a más del 90%. Cerca de tres mil personas han muerto en combates el año pasado y cerca de un tercio de la población del país ha huido hacia la frontera con Túnez. Lo que siguió a la caída de una tiranía, impulsada por los ataques aéreos de la OTAN, es la tiranía de una generalizada inestabilidad”, escribe Jon Lee Anderson.

 

 

A juicio del periodista estadounidense las consecuencias regionales del colapso de Libia son grandes. Por un lado, el desierto del sur ofrece cruces hacia Argelia, Níger, Chad y Sudán, en donde bandas armadas -entre las que se incluyen los traficantes de personas- y yihadistas de Al Qaeda del Magreb se pasean libremente en convoyes. En este contexto, decenas de migrantes, la mayoría africanos, aunque también de Medio Oriente, son traficados desde Libia hacia Italia. El año pasado el número de migrantes que llegó al país europeo por esta ruta creció a 170 mil y más de tres mil se cree que murieron ahogados en el Mediterráneo. Justamente la crisis en Libia gatilló que los refugiados buscaran a mediados de año otros caminos e intentaran llegar a Europa por la ruta de Turquía a Grecia.

 

 

“No se podía prever que iba a terminar así, pero tampoco me ha sorprendido, más bien mi mayor crítica es a lo mismos países que propiciaron el golpe, de no haber hecho más para ayudar a Libia, sabiendo que los países después de 42 años de dictadura, necesitan una mano especial, porque no son sociedades normales, ni saludables. Lo vi venir y es muy lamentable. Señalan a Siria pero esconden la cara con Libia, y Libia es el pecado original. Ahí estrenaron la política de inmiscuirse y tratar de tirar a los dictadores. Lo barato les ha salido caro”, concluye.

 

Fuente: LT

Cristina Cifuentes2

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