Siete goles en tres días con el Real Madrid, a Real Sociedad y Elche, devuelven a la escena la mejor versión de Cristiano Ronaldo, el goleador insaciable e inconformista que convertido en una máquina de marcar supera registros históricos con una media demoledora y va camino de ser leyenda en España.
Terminó la pasada temporada con el aviso del paso del tiempo y la factura que siempre llega a un futbolista, aunque como Cristiano sea el ejemplo número uno de profesionalidad y vida perfecta para el entrenamiento, en cuentas pendientes por pagar en su rodilla al deseo de no parar nunca y jugar cada encuentro como si fuera el último.
Cristiano llegó a la final de Liga de Campeones lesionado y jugó. Acudió al Mundial de Brasil mermado y se dejó el alma por Portugal. Provocó que el descanso vacacional fuese corto para el tiempo que necesitaba pero la llegada de la competición oficial y el primer título de la temporada le hizo de nuevo arriesgar por el Real Madrid.
Con apenas 15 minutos de amistosos en sus piernas, salió ante el Sevilla en la Supercopa de Europa, marcó y guió a su equipo al primer título de la temporada.
Era un espejismo, días después en la Supercopa de España ante el Atlético de Madrid se vio obligado a parar en el descanso de la ida. Y escuchó a los que mejor le aconsejan para no viajar a San Sebastián ni acudir a la llamada de su selección. El Real Madrid fue goleado y Portugal perdió ante Albania en una de las derrotas más sonrojantes de su historia. Su importancia es vital pero esas tres semanas las aprovechó Cristiano para completar una particular pretemporada que necesitaba.
Desde su regreso ha marcado en todos los partidos. De penalti a la Real Sociedad, en la goleada del estreno europeo al Basilea, un triplete al Deportivo de la Coruña y cuatro al Elche. Asaltó el liderato de la clasificación de goleadores de la Liga BBVA, con nueve dianas, y fue la tercera vez que firmó un ‘poker’ de tantos tras lograrlo ante el Racing de Santander y el Sevilla.
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