1. Te sientes afortunada porque al principio te preocupaba que nunca sucediera de nuevo.
2. Tus ojos están abiertos. No eres un pequeño inocente que entrega su corazón de forma gratuita. Ahora conoces los riesgos reales del amor y lo doloroso que puede llegar a ser cuando lo pierdes.
3. La primera vez que amaste y perdiste a alguien pensaste que nunca más lo superarías. Pensaste que aquella persona sería la única en el mundo para ti y que nunca encontrarías a alguien igual.
4. Intentas ser amable durante las peleas (y sí que hay peleas). No importa tanto “ganar” la discusión, sino resolver el problema y hacer que las cosas funcionen mejor entre los 2.
5. Te das cuenta de que los “felices para siempre” sólo se ven de esa manera desde el exterior. Lo que necesitas es una persona a quien sigas amando después de que las hormonas y las mariposas desaparezcan.
6. Ya no subes tantas selfies ni compartes expresiones de amor en las redes sociales. Ya sabes que el amor no se trata de demostrarle nada a nadie. Es sólo para ustedes.
7. Puede que no seas la novia perfecta, pero eres consciente de las cosas que necesitas tratar de mejorar.
8. Te enamoras más lentamente esta vez, más deliberadamente. Quieres asegurarte de que ocurra con alguien que vale la pena.
9. El objeto de tu afecto ya no se basa en aquellos intereses “extravagantes” que tienen en común, ahora te das el tiempo de conocer de verdad a esa persona. Es alguien que tiene mucho más que ofrecer que sólo “diversión”.
10. Te das cuenta de por qué suceden algunas cosas malas. Si tu primer amor no hubiera terminado, no te habrías dado cuenta de lo agradecido que estás por este segundo que realmente funciona.
Fuente: ActitudFem