El hombre tuvo una corazonada. Eso fue lo que dijo a través de la cadena que ordenó para importunar al país con su manía persecutoria, síntoma inequívoco y típico de quien, inseguro de su investidura, ve enemigos por doquier. Y, aunque la cantaleta era previsible, no dejó de sorprender por la magnitud de los reiterados desvaríos sobre un eventual atentado contra quien, cada vez más, parece ser la persona menos adecuada para ocuparse de la dura tarea de sacar el país de la crisis
Maduro reveló que tuvo una corazonada. No se sentía cómodo y mandó a revisar el avión presidencial, a pesar de que la aeronave había permanecido durante cinco meses en los talleres de Airbus en Francia, donde fue sometida a un overhaul. Gracias a su presentimiento los peritos detectaron “una falla” en una de las alas. Sin explicar más, argumentó que esa era la razón por la que había viajado a China en Cubana de Aviación.
Sin embargo, cuando se indignó porque supuestamente los gringos no iban a autorizar el sobrevuelo de la aeronave antillana sobre el espacio aéreo estadounidense, había argüido otra cosa: que volaba en la línea castrista porque Chávez lo había instruido para que viajara utilizando aviones de los países del Alba y porque “su” aparato carecía de la autonomía requerida para el trayecto que debía realizar.
El hombre también oyó otro trino. En Vancouver parece que un pajarito le comunicó que en Nueva York preparaban “dos provocaciones graves, una más grave que la otra con el supuesto conocimiento del Gobierno de Estados Unidos”. La canora advertencia motivó su renuncia a intervenir en la plenaria de la Asamblea General de la ONU.
Así lo hizo saber a radioescuchas y televidentes que el miércoles escucharon su discurso de fin de gira. Quizás alguno pudo preguntarse si su renuencia no sería producto del miedo a equivocarse, cambiar o inventar una nueva palabra y hacer el ridículo ante un público tan selecto y frente a los periodistas del imperio.
Hilvanando no más de dos frases seguidas, pasó a señalar a los sospechosos habituales, George Bush (no sabemos si padre o hijo), Roger Noriega y Otto Reich, de estar detrás de las incitación “a generar una situación de violencia en Nueva York, sede de la ONU, para luego culpar a Venezuela y comenzar la campaña internacional en contra del país”.
El otro plan, cuya autoría no supo precisar, estaba pensado para afectar su “integridad física”. Aseguró que no daría detalles porque ello podría llevar a que descubrieran la fuente de la información.
Las premoniciones rojas y bolivarianas del señor Maduro que, como cantaría el inolvidable Bola de Nieve, “ve fantasmas en las noches de trasluz”, habla con las aves y tiene corazonadas que orientan su accionar, han sido la base de una cadena presidencial dedicada a no explicar cómo es que fue a China por lana y regresó trasquilado, endeudado y sin las divisas que, de urgencia, requiere el país.
Editorial de El Nacional