Foto: Edixon Gámez
La deslucida actuación de Zamora, Mineros y Táchira en la Copa Libertadores de América obliga a revisar en profundidad y con propósito de enmienda, cada uno de los factores que impiden elevar el nivel competitivo de los equipos venezolanos en Suramérica. Venezuela sigue siendo el único país que no ha podido pasar de los cuartos de final del torneo, desde que se juega bajo el nuevo formato, y las actuaciones de Estudiantes de Mérida de Richard Páez, el Táchira de César Farías y el Caracas de Noel Sanvicente, han quedado como excepciones a la regla de las eliminaciones tempranas y goleadas de estrépito.
Zamora y Mineros afrontaron la Copa con plomo en las alas. El progresivo desmantelamiento que sufrió el cuadro federal de Barinas, con las bajas del panameño Gabriel Torres, y de los criollos Juan Falcón y Pedro Ramírez, puso fin al equipo aplomado y efectivo que armó Noel Sanvicente para darle dos estrellas campeoniles.
Sin “Chita” en el banquillo Zamora perdió, además, el estilo comprometido, de luchar cada pelota, con bloques muy compactos para cerrar espacios, y presión constante en zonas de influencia para recuperar la pelota e iniciar la transición veloz por los costados en busca de la definición de Torres y Falcón.
De todo aquel entramado táctico, solo sobrevivió el vértigo de Jhon Murillo, quien demostró ante Wanderers y en el primer tiempo contra Boca que sus días en Zamora entraron en cuenta regresiva. Murillo es el fútbol distinto que viene salvando al Zamora en el torneo Clausura, pero en la Libertadores se requiere más que la velocidad meteórica del apureño.
El ritmo cansino al que juega Zamora y Mineros, con futbolistas estáticos, sin movilidad para presionar al rival, realizar los apoyos defensivos o ofrecerse como alternativa de pase en las transiciones ofensivas, queda al desnudo cuando se topan con clubes trabajados para correr, jugar a un toque y explotar el espacio libre que consiguen con la movilidad de sus piezas en el terreno.
El caso de Mineros es más grave. Porque la directiva invirtió una fortuna en armar un equipo con aspiraciones, bajo la conducción de Richard Páez y tiró todo por el desagüe, cuando decidió separar intempestivamente del cargo al exitoso ex seleccionador nacional. La consecuencia lógica de tal desatino fue el desmoronamiento de un proyecto en manos de Marcos Mathías, quien no estaba en capacidad de gestionar un equipo alejado de su paladar futbolístico. Fiel a sus ideas irrenunciables, Páez armó a Mineros a su medida. Un equipo que iniciaba las jugadas desde el fondo, articulando cada movimiento y cuidando la posesión para elaborar las llegadas al arco rival con un fútbol posicional que Mathías borró de un golpe sin una alternativa coherente para sustituir lo que había. Mineros cambió para peor con un desempeño irregular en la Copa Libertadores y que rozó el desastre en el Clausura, tras la paliza 5-2 ante el Táchira. El aurinegro sigue siendo la única lucecita de esperanza en el torneo, que pudiera encenderse si Gelmin, Maestrico, Rojas y Orozco pueden repetir en lo que resta de Copa el brillante rendimiento ante Mineros.
Escrito por: Gerardo Blanco
Fuente: Últimas Noticas