Son pocos los concesionarios que tienen vehículos en exhibición. Ninguno está a la venta, pues su dueño ya tiene esperando entre seis y ocho meses. Eso no cambiará con que el Gobierno regule los precios, coinciden vendedores.
Quienes llegan no se preocupan tanto en cuánto cuesta el carro sino en cuánto tiempo lo podrá tener. Si es un vehículo con ciertos lujos la espera es de cuatro o seis meses, pero si es más popular, ya serían hasta ocho meses. “Casi como esperar un bebé”, dijo una señora que entró a preguntar en un establecimiento de la avenida Bolívar norte.
Apenas está andando el mes quinto del año y ya no hay listas de espera elaboradas, pues el enredo administrativo es mayor cuando el tiempo es grande.
Los créditos, que luego de ser aprobados por los bancos duran tres meses, tienen que ser renovados en una o dos oportunidades mientras se gesta el auto en la ensambladora.
Ya no hay carros, dice un vendedor a quien se interese por alguno. Solo se venden dos o tres que envía la casa matriz. “Esto no se va a solucionar con un ajuste y publicación de los precios”.
La Superintendencia de Precios y Costos Justos (Sundecop) anunció el pasado domingo que será el Ministerio de Comercio el que se encargará de administrar la página web donde estarán publicados los precios de carros nuevos y usados, repuestos y autopartes.
Desde hace algunos años el Gobierno nacional intenta frenar el incremento en los precios. El último recurso es una Ley que este martes está previsto sea finalmente aprobada.
El mercado automotor venezolano pasó en pocos años de ser uno de los más sólidos al que posee más distorsiones. Las ensambladoras no tienen acceso oportuno a las divisas para traer la mayoría de las piezas que necesitan a la hora armar los carros, lo que ha provocado una caída en la oferta, atizada por la prohibición, en 2008, de importar carros terminados.
Los conflictos laborales, que ya han bajado la intensidad, afectaron también la producción de las marcas, entre ellas Toyota, General Motors y MMC Automotriz, que terminó por cerrar sus puertas.
En el otro extremo, la inflación interna, los problemas con la materia prima nacional y los impuestos y obligaciones laborales impulsaron los precios de los vehículos.
La demanda, la masa de venezolanos buscando carros nuevos, no se amilana. Empujados por facilidades en los créditos, buena parte de los ciudadanos está en la búsqueda de un cero kilómetros.
Y entonces aparecieron las listas de espera. Si alguien iba a comprar un carro en agosto del año pasado, la respuesta en cualquier concesionario era que volviera en enero, porque para ese mes ya estaba copado lo que la ensambladora tenía previsto producir, de acuerdo a sus limitaciones.
Fuente: El Carabobeño