Un galpón clandestino en Realengo, en la zona oeste de Río de Janeiro, fue escenario de un hallazgo estremecedor el mes pasado: la Policía Civil localizó en su interior una sala de tortura operada por el Comando Vermelho, una de las organizaciones criminales más poderosas de Brasil.
El descubrimiento, reportado el 4 de septiembre, puso en evidencia el nivel de brutalidad y sofisticación con el que el crimen organizado actúa en la ciudad.
La investigación, a cargo de agentes de la 58ª Delegacia de Polícia (Posse), permitió descubrir que el galpón, aparentemente abandonado y repleto de vehículos de procedencia dudosa —incluidos automóviles disfrazados como patrullas de la Policía Civil de Río de Janeiro (PCERJ)—, ocultaba una sala especialmente acondicionada para infligir castigos a miembros de grupos rivales o a vecinos “rebeldes”.

El espacio estaba equipado con aislamiento acústico, lo que permitía amortiguar los gritos de dolor y desesperación de las víctimas.
Dentro de la sala, los agentes identificaron una poltrona, cuerdas y un tonel que, según las pesquisas, habría servido para practicar ahogamientos. Además, un gancho instalado en el techo completaba el conjunto de instrumentos de tortura, ya que se utilizaba para suspender a las víctimas y aumentar su sufrimiento.

Las paredes del recinto mostraban las siglas del Comando Vermelho, lo que dejaba en claro quienes estaban detrás de todo ese horror.
El contexto de este hallazgo se relaciona con la disputa territorial entre facciones criminales en la comunidad del Catiri, en Bangu, una zona donde la violencia y el control armado han escalado en los últimos años.

El uso de vehículos clonados como patrullas policiales, detectado en el mismo galpón, evidencia el grado de organización y la capacidad logística del Comando Vermelho para operar en la región y evadir la acción de las autoridades.
Las investigaciones en curso, según detalló Metropóles, se centran en identificar a los responsables directos de la sala de tortura y desmantelar la estructura criminal que funcionaba en el galpón, la cual incluye la sofisticada operación de clonación de vehículos policiales.
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