Empezar una relación es mucho más fácil que terminarla. Cuando conocemos a una persona y la dejamos entrar en nuestra vida jamás imaginamos que en determinado momento pueda irse. Pensar en el adiós es casi imposible, aunque muchas de las veces ser consientes de que la mayoría de las cosas no son para siempre nos evitaría mucho dolor.
Saber que algún día te ibas a ir me hubiera ayudado a estar preparada para ese momento. Pero todo era tan perfecto entre nosotros que, ¿cómo iba a pensar que me ibas a abandonar? No sé qué fue lo que hice mal para que un día me dijeras adiós sin un motivo aparente. Aún no comprendo la razón por la que dejaste de amarme, si lo único que yo hacía era darte lo mejor de mí.
A pesar de que ya ha pasado el tiempo, parece que fue ayer cuando recibí esa llamada tuya en la que me dijiste que todo había terminado. Te escuchabas enojado y no sé por qué. La que debería haber estado enojada era yo, porque nunca dejaste las cosas claras. Al parecer no sabías lo que querías de mí, y lo comprendí muy tarde.
Debería estar molesta porque me mentiste. Un día me dijiste que yo era lo más valioso que había en tu vida, que admirabas mi fortaleza y valentía, pero ¿dónde quedó eso? Ahora sé que sólo fueron palabras que se llevó el viento.
Teníamos tantos sueños y tantas metas por cumplir que ahora no sé qué hacer con ellos. Siento que te llevaste una parte de mi vida y que estoy incompleta. Sé que no dependemos de nadie para estar completos, pero a ti te entregué una parte de mi vida que ya no está y que no volveré a recuperar.
Hoy sé que estabas muy lejos de ser el amor de mi vida, aunque estaba segura de que lo eras. Aún soy joven y me faltan muchas cosas por vivir, muchas personas por conocer, muchos lugares por recorrer. Mi mundo no ha acabado aquí, y nunca acabará por la culpa de una persona como tú.
A pesar de que por un momento me derrumbé —porque debo admitir que tu partida me dejó en el suelo—, no me voy a detener. Así caiga mil veces, mil y un veces me voy a levantar, porque mi vida es mucho más que una simple relación fallida.
Debo decirte que a pesar de todo, te perdono y no te guardo ningún rencor. Hoy entiendo que tú y yo no debíamos estar juntos. Sólo me queda darte las gracias por enseñarme a conocer el amor, pero también, por hacerme saber lo que es la desesperación de no poder tener lo que deseas con todo el alma. Por enseñarme que el amor empieza por mí misma, y que nadie tiene el derecho de definir mi vida, sólo yo.
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