logo azul

Comprar en Mercal implica madrugar

Categorías

Opinión

Comprar en Mercal implica madrugar

Rogelio Bonilla llegó a la cola a las 4:45 de la mañana. A esa hora ya tenía 47 personas por delante. En su muñeca tenía marcado el número para comprar en el Mercal «Aquiles Nazoa», en San Martín. A las 12 del mediodía, esperaba afuera con sus bolsas de mercado a su señora y a su hija que apenas acababa de entrar.

 

«Salí hace poquito. Yo pasé rápido porque me coleé con los viejitos. A mi hija, que vino conmigo, le tocó el 115 en la otra fila. Hay mucha gente porque hay de todo», relató Bonilla.

 

A las 2.30 de la madrugada comienzan a hacer la cola en este Mercal. Más tarde comienzan a marcarse ellos mismos los números en los brazos y a las 8 de la mañana se abren las puertas del local. Entran en grupos de 10 personas de cada fila: una para las personas con discapacidad, otra para las de la tercera edad y otra para el resto.

 

Para hacer más llevadera la espera afuera alquilan banquitos plásticos a Bs 5 cada uno. Lo hacen hasta que la miliciana que organiza la entrada dice con un megáfono, poco antes de las 12:30 del mediodía, que ya no habrá más números por ese día. El último de la fila es el 308.

 

En Mercal que está en el Núcleo Fabricio Ojeda en Catia las personas comienzan a agolparse a las 3:30 de la mañana. «Cuando hay producto», deja claro Yenny López, quien aunque ocupaba el puesto 78 en la fila aguardaba en la puerta «vigilando que no se colearan».

 

A las 10:30 de la mañana apenas iban por el 34. A esa hora ya no marcarían más números. «Yo saldré de aquí como a la 1», dijo López con resignación, pero sin ninguna molestia.

 

El tiempo mínimo de espera para comprar en la popular cadena de comercialización Mercal es de cuatro horas.

 

Dos damas repartían su tiempo de espera entre la cola en ese Mercal y la del Pdval que está a unos metros, dentro del Fabricio Ojeda. «Yo creo que no nos van a dejar comprar allá porque vamos a quedar en el sistema», dice una de ellas.

 

Las redes de comercialización del Estado están interconectadas para impedir que las personas compren más de una vez por semana en la misma red o en otro establecimiento del Gobierno.

 

La situación no es distinta en los abastos Pdval, donde las personas también deben madrugar para comprar alimentos básicos a precio regulado.

 

En el Super Pdval situado en la Torre Diana, en Cotiza, la cola es recurrente. Exista o no el producto, desde la madrugada comienzan a hacer la cola.

 

«Hay que llegar temprano, pero aquí es donde se puede comprar regulado. Si me ahorro unos realitos no me molesta hacer la cola», dijo Rosario Ortuño en el Pdval de Cotiza.

 

En los Abastos Bicentenario las personas esperan lejos de la puerta. Desde la cola gritan «se están coleando»; «los estás dejando pasar»; «metiste a la pelirroja». Acusan a los vigilantes de dejar pasar a personas que no están en la cola.

 

En el Bicentenario de Las Mercedes un guardia reparte un cartón con un número, sin orden correlativo, a los primeros 15 de cada cola. Hay dos. Una es preferencial. Pero cuando quitan la cadena adicional entran los coleados.

 

Mientras los que madrugaron tienen varias horas formados esperando su turno, funcionarios públicos de varios organismos presentan su carnet y entran al establecimiento. Poco tiempo después salen con sus bolsas. Además cada empleado del supermercado pueden llevar dos familiares a comprar sin hacer cola. Con frecuencia aparecen parientes en la puerta y los dejan pasar.

 

Una señora reclama al miliciano que custodia la puerta y éste le responde: «Son funcionarios, tienen derecho. Haga su cola o la saco». Resignada retoma su puesto en la fila, refunfuña un «hasta cuándo nos calamos esto», y espera.

 

«Mañana la cola la hacen en la calle», grita el miliciano.

 

Las colas para comprar alimentos con precios controlados, como harina, azúcar, leche, pollo, carne, café, arroz y pastas, se han vuelto una constante en las redes de comercialización del Estado.

 

«Nos acostumbramos a esto y no se acaba mientras esté lo regulado», lamenta una señora.

 

ANGIE CONTRERAS C.

 EL UNIVERSAL

 

Comparte esta noticia:

Contáctanos

Envíe sus comentarios, informaciones, preguntas, dudas y síguenos en nuestras redes sociales

Publicidad

Si desea obtener información acerca de
cómo publicar con nosotros puedes Escríbirnos

Nuestro Boletín de noticias

Suscríbase a nuestro boletín y le enviaremos por correo electrónico las últimas publicaciones.