Es razonable pensar que una cena copiosa y cargada de grasas y azúcar tiene más probabilidades de promover el sobrepeso que si se toma mucho más temprano, de modo que en vez de irse a dormir sin haber gastado la energía ingerida, el cuerpo tenga la oportunidad de quemar una parte de lo ingerido mediante la actividad asociada a una jornada laboral. Además, una nueva investigación indica que escoger un buen desayuno puede evitar un apetito excesivo al acabar el día, y sin ser un mero intercambio de horario entre esa cena inadecuada y el desayuno.
El desayuno es importante, pero mucha gente se va a trabajar por las mañanas sin desayunar o habiendo tomado sólo un café con leche o similar. Incluso en Estados Unidos, país donde ha sido una tradición tomar un desayuno muy abundante, comparable al almuerzo en otros países, esta costumbre se está perdiendo. Se calcula que hasta el 60 por ciento de los jóvenes estadounidenses habitualmente no desayunan.
Ahora, un nuevo estudio conducido por Heather Leidy, profesora en el Departamento de Nutrición y Fisiología del Ejercicio en la Universidad de Misuri en la ciudad estadounidense de Columbia, arroja conclusiones claras: Tomar un desayuno rico en proteínas mejora significativamente el control del apetito y reduce el consumo nocturno de alimentos ricos en grasa o azúcar. Así pues, un desayuno rico en proteínas podría ayudar a combatir la epidemia de obesidad en países como Estados Unidos, en el cual ya hay más de 25 millones de adultos jóvenes con sobrepeso u obesidad.
La nueva investigación es la primera o una de las primeras en examinar la influencia del desayuno en el apetito durante el día y en el consumo poco antes de ir a dormir de alimentos ricos en grasa y azúcar en jóvenes que habitualmente no desayunan.
En el estudio, 20 muchachas de entre 18 y 20 años, con sobrepeso u obesidad, no desayunaron, o consumieron un desayuno rico en proteínas, o tomaron un desayuno a base de cereales envasados (típicamente para agregar a la leche) y con contenido proteico moderado.
Cada uno de los dos tipos de desayuno constaba de 350 calorías y se eligió teniendo en cuenta la cantidad de grasa, fibra, azúcar y densidad de energía. El desayuno rico en proteínas contenía 35 gramos de proteínas.
Las participantes en el estudio respondieron cuestionarios y se les tomó muestras de sangre en varios momentos del día. También se realizó un escaneo del cerebro mediante resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) a fin de monitorizar señales cerebrales que controlan las ganas de comer.
El consumo de un desayuno rico en proteínas hizo sentir una mayor sensación de llenura o “saciedad” en las jóvenes, y redujo la actividad cerebral responsable de generar el deseo de comer. El desayuno rico en proteínas también redujo el consumo de alimentos ricos en grasa o azúcar por la noche, en comparación con cuando no se desayunaba o con cuando se consumía un desayuno a base de cereales con contenido proteico moderado.
Fuente: noticiasdelaciencia.com