Ese mensaje, con el número de un país desconocido y que ofrecía ingresos por un empleo fácil también llegó al WhatsApp de David Guzmán.
Como les ha pasado a miles de personas en América Latina, este tipo de mensajes se hicieron un tanto constantes: «En varias ocasiones me llegaron mensajes de un número que no conozco, de China o por allá» le cuenta Guzmán a BBC Mundo.
«Un día dije ‘Bueno, qué puede pasar’. El mensaje dice que te están invitando a trabajar para una plataforma de Wuhan, China, y hacen mención a una red social, el equivalente de TikTok allá», explica el joven de 24 años.
El trabajo consistía en dar «like» a videos y enviar como comprobante una captura de pantalla. A cambio recibiría un pago a su cuenta bancaria.
«Entonces dije ‘No pasa de que regale unos cuantos likes, ¿no? ¿Qué es lo peor que puede pasar?’».
Primero le dieron el equivalente a unos US$6 por cumplir con las «tareas» que le asignaba una persona al otro lado del teléfono, que hacía uso de un español poco natural, como pasado por un traductor en línea.
«Está muy extraño chatear con ellos», cuenta Guzmán. Le pidieron datos de su cuenta bancaria para hacerle pagos.
«Me hicieron llegar la primera recompensa y me dijeron que sí encajaba para el trabajo. Me pasaron un canal de Telegram. Y ya no solo era yo, sino 500 participantes. Son grupos muy muy grandes», recuerda.
Pero ahí empezó a ponerse extraño el trabajo. Además de asignarle dos trabajos de «likes», le pidieron una tercera tarea: invertir el dinero ganado en una supuesta plataforma de criptomonedas.
«Seguí con lo de los likes y en este esquema te hacen sentir como que ganas las cosas, como que tú sí estás trabajando por esto. Yo creo que ahí está el juego, un estímulo mental a las personas de que estás trabajando. Está lleno de emojis y mensajes motivadores en Telegram», explica.
Entonces le plantearon entrar al «siguiente nivel» de este «empleo», uno en el que hay que invertir más. Le pidieron casi US$60 para entrar. Guzmán dice que tuvo que pedir prestado dinero a sus conocidos para hacer el pago.
«¡Has ganado!», le respondieron. Pero para recibir sus ganancias, debía poner otros US$12. Ya eran 1.200 pesos los enviados, o casi US$70.
«Les mandé el dinero que me dijeron y tardó [el contacto] en contestarme unos 3 minutos. Eso yo los sentí como una hora y que había perdido el dinero», recuerda Guzmán.
Pero no, le mandaron a su cuenta unos US$110. «Tenía como 1.900 [pesos] en la cuenta y regresé lo que había pedido prestado y me quedé como con 900».
Y optó por ya no seguir en el «empleo» ni reinvirtiendo las nuevas sumas que le indicaban. «Me insistían con un español mocho [mal escrito], traducido, que al menos les enviara la mitad», recuerda.
Las múltiples estafas
La experiencia de Guzmán es parte de una variedad de estafas que circulan en plataformas como WhatsApp.
En casi todas, el primer objetivo es que la persona que reciba el mensaje caiga en el gancho y responda a ese tipo de mensajes.
Otras modalidades de estafas incluyen la oferta de empleos en compañías muy conocidas, con sueldos muy atractivos, con el objetivo de obtener la mayor cantidad de información de la persona.
Estos datos pueden ser usados de dos maneras: una es el robo de identidad, pues los estafadores ya lograron obtener mucha información personal sensible que puede ser utilizada para realizar movimientos financieros, como solicitar créditos o acceder a una cuenta bancaria de la víctima.
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