El verso libre fue su hijo consentido, el periodismo su pan y la sexualidad su verbo, Walt Whitman fue un gringo de caña brava, nacido en Long Island, trabajó como periodista, profesor, empleado del gobierno y enfermero voluntario durante la Guerra Civil estadounidense, principalmente, por tener familia en el ejercito de la época.
Su obra maestra es Hojas de hierba y fue publicada en 1855, costeada por él mismo. El libro fue una tentativa de tender los brazos hacia el ciudadano común con una épica americana. La obra fue revisada y ampliada durante el resto de su vida, siendo publicada la edición definitiva en 1892. Luego de un derrame al final de su vida, se trasladó a Camden, Nueva Jersey, donde su salud empeoró. Murió a los 72 años y su funeral se convirtió en un espectáculo público, la gente lo quería mucho, y tanto así, que aun después de tanto tiempo, su rítmica y poemas más afamados se repiten como una constante dentro de las manifestaciones artísticas americanas, como por ejemplo, en esta escena de la película Sociedad de Poetas Muertos:
Oh capitán, mi capitán!
¡Oh capitán, mi capitán!
Terminó nuestro espantoso viaje,
El navío ha salvado todos los escollos,
Hemos ganado el codiciado premio,
Ya llegamos a puerto, ya oigo las campanas,
Ya el pueblo acude gozoso,
Los ojos siguen la firme quilla del navío resuelto y audaz,
Mas, ¡oh corazón, corazón, corazón!
¡Oh rojas gotas sangrantes!
Mirad, mi capitán en la cubierta
Yace muerto y frío.
¡Oh capitán, mi capitán!
Levántate y escucha las campanas,
Levántate, para ti flamea la bandera,
Para ti suena el clarín,
Para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas,
Para ti la multitud se agolpa en la playa,
A ti llama la gente del pueblo,
A ti vuelven sus rostros anhelantes,
¡Oh capitán, padre querido!
¡Que tu cabeza descanse en mi brazo!
Esto es sólo un sueño: en la cubierta
Yaces muerto y frío.
Mi capitán no responde,
Sus labios están pálidos e inmóviles,
Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso ni voluntad,
El navío ha anclado sano y salvo;
Nuestro viaje, acabado y concluido,
Del horrible viaje el navío victorioso llega con su trofeo,
¡Exultad, oh playas, y sonad, oh campanas!
Mas yo, con pasos fúnebres,
Recorreré la cubierta donde mi capitán
Yace muerto y frío.
Con las pipas al sol: Así, como lo profesa Whitman, despiertan los maracuchitos a buscar pastelitos de tobo cada mañana…
Como Adán al amanecer
Como Adán al amanecer
Salgo del bosque fortalecido por el descanso nocturno,
Miradme cuando paso, escuchad mi voz, acercaos,
Tocadme, poned la palma de vuestra mano
Sobre mi cuerpo cuando paso,
No tengáis miedo de mi cuerpo.
Para luego, bajarse una negra a su nombre
Me celebro y me canto a mí mismo
Me celebro y me canto a mí mismo.
Y lo que yo asuma tú también habrás de asumir,
Pues cada átomo mío es también tuyo.
Vago al azar e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo sobre la tierra,
Para contemplar un tallo de hierba.
Mi lengua, cada molécula de mi sangre formada por esta tierra y este aire.
Nacido aquí de padres cuyos padres nacieron aquí y
Cuyos padres también aquí nacieron.
A los treinta y siete años de edad, gozando de perfecta salud,
Comienzo y espero no detenerme hasta morir.
Que se callen los credos y las escuelas,
Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y
Sin olvidarlo nunca.
Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro.
Naturaleza sin freno, original energía.
Creo que una brizna de hierba
(Fragmento de Hojas de Hierba)
Creo que una brizna de hierba no es inferior a la jornada de los astros
Y que la hormiga no es menos perfecta ni lo es un grano de arena
Y que el escorzo es una obra de arte para los gustos más exigentes
Y que la articulación más pequeña de mi mano es un escarnio para todas las máquinas.
Quédate conmigo este día y esta noche y poseerás el origen de todos los poemas.
Creo en ti, alma mía, el otro que soy no debe humillarse ante ti,
Ni tú debes humillarte ante el otro.
Retoza conmigo sobre la hierba, borra el freno de tu garganta.
(…)
Creo que podría retornar y vivir con los animales, ellos son tan plácidos y autónomos.
Me detengo y los observo largo rato.
Ellos no se impacientan ni se lamentan de su situación.
No lloran sus pecados en la oscuridad de un cuarto.
No me fastidian con sus discusiones sobre sus deberes hacia Dios.
Ninguno está descontento. Ninguno padece la manía de poseer objetos.
Ninguno se arrodilla ante otro ni ante los antepasados que vivieron hace milenios.
Ninguno es respetable o desdichado en toda la faz de la tierra.
Así me muestran su relación conmigo y yo así lo acepto.
(…)
No pregunto quién eres, eso carece de importancia para mí.
No puedes hacer ni ser más que aquello que yo te inculco.
Yo soy aquel a quien atormenta
Yo soy aquel a quien atormenta el deseo amoroso,
¿No gravita la Tierra? ¿No atrae la materia
Atormentada a la materia?
Así mi cuerpo atrae a los cuerpos de todos aquellos
A quienes encuentro o conozco.
Fuente: Noticia al día