Olvidemos por un momento que tenemos que tener un cuerpo 10 y centrémonos en los beneficios que nos puede llegar a aportar una alimentación sana en nuestro organismo y en una correcta salud mental. Muchas veces, nuestro cuerpo nos alerta de que algo no va bien pero no le hacemos caso, ya que cuesta mucho cambiar los malos hábitos. Lo peor de todo es que solemos convencernos de que somos tan fuertes que nada podrá hacer que caigamos enfermos.
La gente como yo, con la piel sensible, sufre en sus carnes las comidas picantes, los fritos, el chocolate… También notamos más el estrés o los cambios de tiempo. Pero, según palabras de mi nutricionista, tener la piel así es una suerte porque me avisa de cualquier anomalía que pueda estar sufriendo mi cuerpo y mi mente. Si tienes un metabolismo rápido y una piel muy sufrida, puede que pienses que puedes comer cualquier cosa y que nada afecta a tu sistema digestivo. Sin embargo, todo lo que entra nuestro cuerpo aporta algo positivo y negativo y debemos escucharnos, conocernos y cuidar nuestro propio equilibrio.
Yo soy la primera que comete algún que otro exceso o se salta las normas de vez en cuando, ¡no hay más que ver mis cuentas de Instagram o Twitter! Son momentos en los que la comida se convierte en una especie de capricho. Esto también es necesario, de vez en cuando. Pero solo como excepción.
Hace más de 10 años, la macrobiótica llegó a mi vida. No sólo ha conquistado mi estómago, mi corazón y mi cuerpo sino también mi mente, y eso es mucho más importante. Todo empezó un día que no me sentía “yo”. Me distanciaba de mi yo interior y tenía problemas de seguridad en mí misma.
Un día, empecé a leer un libro en el que se explicaba que todo lo que nos comemos nos provoca emociones. No estoy hablando de algo espiritual sino de química pura y dura. Los alimentos tienen nutrientes y algunos de gran valor pero también tienen toxinas. Así que, teniendo todo eso en cuenta, podemos llegar a tener una alimentación que nos aporte lo que necesitamos realmente en vez de otra que sólo satisfaga nuestros sentidos más superficiales, como el tacto, el gusto o el olfato, que pueden llevarnos a confundirnos y comer sólo por los ojos y no atender a nuestras necesidades reales.
Los alimentos con alto contenido en toxinas no sólo estropean nuestro cuerpo sino también nuestra alma. En la macrobiótica, lo más importante es el cereal integral. Tener una alimentación basada en él conlleva tener vitalidad, no tener ansiedad por comer constantemente y tener la mente mucho más clara. El cereal debe estar muy bien cocinado y, si lo salas con algas, las vitaminas y los nutrientes serán aún mayores. La ingesta de carne no está prohibida. Sin embargo, te hace ser consciente del problema que genera el consumo de carne, que se promueve desde las altas esferas es totalmente excesivo, lo que conlleva una superproducción masiva de la misma imposible de abarcar de una manera ética y sana. Así que, si decides sacar la carne de tu dieta, ya sea por la cuestión ética o por salud, no olvides introducir legumbres y semillas: grandes fuentes de hierro que, combinados con los cereales integrales, forman un trío perfecto para combatir la anemia.
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Fuente: Cosmo