De acuerdo con algunas organizaciones no gubernamentales, al menos 40 personas han muerto en las manifestaciones que se han registrado en Colombia. Esto es muy triste, sobre todo porque de este lado del Arauca llevamos años pasando por esto y sabemos las heridas profundas que hechos tan lamentables dejan en la ciudadanía.
Como pueblo afectado por la conducta represora y salvaje de un régimen que nunca ha querido escuchar los clamores de su gente, sentimos mucho lo que viven en el país vecino. Toda la población debe tener libertad para salir a la calle y exigir reivindicaciones, debe ser tomada en cuenta y sus peticiones consideradas por los que detentan el poder.
Y eso es lo que ha estado haciendo el presidente Iván Duque. Se ha movilizado hasta los centros de conflicto y por lo menos se ha sentado a escuchar a los manifestantes, aunque estos aseguren que no ha existido ninguna empatía por parte del gobierno. Sin embargo, producto de sus exigencias se retiró la reforma tributaria que encendió las protestas. Esa es una primera victoria. Pero además es un gesto que dice que están dispuestos a trabajar con los ciudadanos para tratar de mejorar lo que haya que mejorar. Gran diferencia con lo que sucede aquí, en donde los venezolanos se cansan de pedir respeto a sus derechos humanos y lo que encuentran son más golpes y porrazos.
Las peticiones que ahora formulan los manifestantes pueden ser justas, pero lo que no se justifica es el vandalismo y mucho menos la intromisión de personas ajenas al conflicto, que pudieran ser las responsables de la escalada de violencia que ha convertido las protestas pacíficas en un horrible intercambio de balas y fuego en el que han perdido la vida muchos colombianos.
Si lo que dice el ministro de Defensa es cierto, y hay algunos venezolanos encendiendo las protestas, tampoco es nada que deba sorprender. Lo mismo sucedió en Chile. El régimen ha aprovechado los momentos más difíciles de países latinoamericanos que no le profesan su amistad para tratar de importar la violencia que tanto le ha resultado en el país.
Si los colombianos tienen cosas que exigirles a sus gobernantes, que lo hagan a través de los mecanismos que tienen todas las sociedades libres, con protestas pacíficas y garantizadas, sin represión. No se dejen influenciar por quienes violan los derechos humanos todos los días.
Es importante que el gobierno de Iván Duque pueda hacer algo con las peticiones que tienen los manifestantes, pero también es fundamental que los manifestantes entiendan que la violencia no es amiga de nadie. Solo así pueden evitar que este conflicto interno crezca y se convierta en un monstruo que aterroriza a la población, como ha sucedido aquí en Venezuela.
Editorial de El Nacional