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Mitos sobre la hipertensión arterial

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Mitos sobre la hipertensión arterial

Hay algunas creencias populares vinculadas a la hipertensión y a su tratamiento que generalmente producen innecesaria ansiedad en las personas y sus familiares. Algunos ejemplos son:

 

“El dolor de cabeza o nuca es síntoma de hipertensión”

Es frecuente que el diagnóstico de hipertensión se realice durante una consulta por estos síntomas. Sin embargo, el dolor de cabeza generalmente no se relaciona con la hipertensión, existen numerosos estudios que prueban esta falta de relación. El único tipo de cefalea que puede tener relación con la hipertensión es aquella que se presenta en las primeras horas de la mañana, inmediatamente luego de levantarse, y que se vincularía a la presencia de apnea del sueño (cortos períodos sin respiración producidos durante el sueño, comunes en pacientes roncadores).

 

“Cuando sangra la nariz hay hipertensión”

Pese a la creencia popular, el sangrado nasal tiene escasa relación con la hipertensión, ya que esta es una entidad que afecta al árbol arterial pero no al venoso, el cual es responsable del 95% de los sangrados nasales. Sin embargo, ante un sangrado nasal es usual que la persona haga una reacción de alarma con elevación transitoria de su presión arterial. Por este motivo es frecuente que al ir a consultar al médico se encuentre una presión más elevada que la usual.

 

“Doctor, se me juntaron las presiones”

Que la diferencia entre la presión arterial sistólica y la diastólica sea escasa no tiene importancia por el hecho en sí, sino porque generalmente se asocia a un aumento de la presión mínima, que puede indicar un tratamiento deficiente o un diagnóstico desacertado. Dicho de forma práctica, tener 120-100 no es importante por los 20 de diferencia entre los dos valores, sino por la presencia de 100 de mínima.

 

”Lo mío es presión nerviosa”

El estrés o “los nervios” pueden elevar la presión arterial en momentos determinados pero no son causa de hipertensión establecida. Los valores aislados vinculados al estrés generalmente no tienen mayor importancia, y en pocos minutos retorna a los valores usuales para la persona. Ante una situación de estrés en la que se comprueba elevación de la presión, es conveniente esperar unos minutos y repetir el control de la presión arterial.

 

“La presión arterial tiene un valor fijo”

No es así; la presión cambia cada vez que nuestro corazón late. Estas variaciones son normales, pero deben mantenerse dentro de ciertos límites, ya que un excesivo aumento de la variabilidad se asocia a un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular. En el transcurso del día la presión varía intensamente: es más elevada durante las horas de actividad y baja durante el sueño. Durante las primeras horas de la mañana se suelen detectar valores altos de presión. Existen cambios estacionales de la presión con un aumento durante el invierno y un descenso durante el verano. Cuando la presión está elevada en forma persistente el paciente tiene hipertensión arterial.

 

 

Datos para entender mejor

* En condiciones normales todos tenemos una presión arterial que nos caracteriza. Varía entre las personas dentro de ciertos límites.

 

* La presión tiene dos componentes: la sistólica o máxima y la diastólica o mínima.

 

* Se considera normal una presión de 140/90 (o 14-9, como se dice habitualmente) aunque el valor “ideal” es de 120/80 o menos.

 

* En personas mayores de 65 años es frecuente detectar una elevada presión máxima con una presión mínima normal (por ejemplo, 180/80). Esto no es una condición normal y constituye un factor de riesgo de enfermedad y muerte. Hoy sabemos que la presión en los mayores, al igual que en los adultos más jóvenes, no debe ser mayor a 140/90.

 

* En estudios realizados en los últimos 50 años se ha comprobado que la hipertensión, el tabaquismo y el colesterol elevado son los tres mayores factores de riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular.

 

* El adecuado tratamiento reduce el riesgo de accidente cerebral y cardíaco. Esto se debe a que la hipertensión afecta a las arterias, al corazón, al riñón, al cerebro y a la retina.

 

Fuente: Entremujeres

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