A la gran improvisación que ha resultado la vacunación contra el coronavirus, el régimen de Nicolás Maduro añade un nuevo elemento que genera más zozobra, si se quiere, y preocupación: el anuncio de que será con las vacunas cubanas con las que va a inmunizar a la población.
Ya no solo son las largas colas, sin distanciamiento social ni ninguna medida de protección, o el hecho de que no se dé prioridad a las personas de tercera edad, o que desde hace rato se hayan olvidado del bendito mensaje de texto indicando lugar y hora para vacunarse. Ahora la incertidumbre es sobre hasta qué punto no se convierte a la población que aún no está protegida en conejillo de indias para experimentar con un fármaco que apenas termina de transitar, según lo que informan, el complejo proceso de validación.
El régimen dijo que ha suscrito un contrato para el suministro de 12 millones de dosis de la Abdala. Incluso, ya se recibió un primer lote, aunque no hay especificación sobre cantidades ni tampoco a quién se la pondrán primero. Hace meses, además, se anunció que se produciría en el país, aunque no dieron fecha ni cuántas dosis por mes se iban a desarrollar.
La Academia Nacional de Medicina advirtió, con toda la prestancia que nos merece, que la eficacia de estas vacunas aún no ha sido verificada y alertó que la opacidad es la que manda porque las investigaciones sobre las vacunas cubanas no han sido publicadas y solo tendremos que atenernos a lo que digan los entes oficiales. La Organización Mundial de la Salud tampoco les ha dado el visto bueno.
Sin las vacunas rusas, dicho por muchos de los que les ha tocado la segunda dosis, diferida para mediados de julio, solo nos quedan las chinas y las cubanas. La Sinopharm, que es la que se está inoculando en el país, en dos dosis separadas por tres o cuatro semanas, cuenta con la aprobación de la OMS. Es una de las seis que tiene el beneplácito de la organización junto a la de Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Janssen y Sinovac.
Las nuevas dosis de la Sputnik V vaya usted a saber cuándo llegarán. Mientras, nos tendremos que conformar con las chinas, que cuentan con todo el reconocimiento, y las cubanas, en las que confiaremos porque no nos queda otra.
Editorial de El Nacional