Entre escombros, piedras, barricadas y olor a gases lacrimógenos circulan los habitantes del municipio Chacao, en el este de Caracas, que en el último mes han visto como la privilegiada zona residencial de la capital venezolana se ha ido transformando en un trinchera de batalla vespertina.
Chacao se ha convertido en el bastión de las manifestaciones violentas en la capital venezolana, con escenas que se han repetido a diario, en el que personas protestan armando “guarimbas” (barricadas) y lanzan cócteles molotov a los efectivos de seguridad pública, que responden con disparos de perdigones, gases y chorros de agua.
Las protestas de grupos radicales han provocado numerosos daños contra mobiliario público, estructuras de los servicios de transporte de la ciudad, edificios privados, y mantiene continuos bloqueos de calles con basura quemada que permanece durante días sobre el asfalto.
“Yo no estoy de acuerdo con el vandalismo, con la protesta sí, siempre y cuando sea pacífica”, comentó a Efe Marielena Sánchez, un ama de casa de 60 años, visiblemente afectada por el efecto del gas lacrimógeno que persiste en el ambiente.
Una gran pancarta colgada entre dos postes de luz dentro del casco central de Chacao rechaza las acciones de violencia que ha azotado a este sector de la capital venezolana.
“Chacao repudia agresiones en contra de los vecinos y bienes”, se lee en la pancarta, una alusión que engloba tanto a los manifestantes violentos como a la respuesta “excesiva”, en palabras de los responsables municipales -de la oposición-, de la Guardia Nacional.
Los transeúntes circulan por las calles de Chacao con pañuelos, otros simplemente se cubren el rostro con sus manos mientras caminan a paso veloz sobre los escombros removidos de las barricadas.
“No se identifica las partes del conflicto, unos dicen que son estudiantes motorizados otros dicen que forman parte de los colectivos (chavistas), pasan disparando (…) no sabe uno quien es quien, pero la situación es realmente conflictiva”, señaló Cleyton Barbosa, un comerciante de 53 años.
Barbosa asegura que vive un “toque de queda” después de las 18.00 horas, momento en el que cada tarde este municipio -que tras la toma de poder de Hugo Chávez en 1999 ha sido gobernada por alcaldes adversos al Gobierno- se “convierte en un campo de batalla”.
Javier García, un carnicero que desde hace un año trabaja en el centro de este municipio, asegura que las ventas han disminuido y que se retira de su trabajo temprano “antes de que empiecen” los disturbios.
Un grupo de chavistas concentrados en la plaza El Indio, desde donde una cura oficia una misa católica, oran por “la paz y la vida”, mientras esperan que el ánimo de los “guarimberos” se “apacigüe”, según comentó a Efe Marlene Vanegas, conocida como “la caperucita de Chacao”.
Vanegas, quien asegura que su profesión es “ser chavista”, es conocida en el sector tras haber participado en todas las campañas electorales del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez.
“Esto ahorita está inhabitable con este ‘guarimbeo’, eso da miedo, a mí en la calle donde yo vivo me dieron un puntapié porque pegué la manguera a una basura para que no la quemaran”, apuntó.
Carmen Lorende, una comerciante de la zona declarada chavista, dice estar “secuestrada por un grupo de gente que no es estudiante”, sino unos “vándalos”.
Lorende comenta que al salir del sector de Chacao “todo cambia”, y que en el centro de la ciudad, según dice, “es un clima total de paz”.
Elías Aranguren, un comerciante de Maracay (centro) que visitaba la zona por negocios se preguntaba quién está detrás de las máscaras de los encapuchados, si realmente son infiltrados y si son infiltrados de qué lado.
“Hay que luchar, pacíficamente, pero hay que luchar”, subrayó.
Agencias