Ayer Caracas, por lo menos, se vio perturbada por un estruendo generalizado de fuegos artificiales, toques desafinados y madrugadores de trompetas y de cuanto instrumento para hacer ruido ha repartido el gobierno entre sus supuestos seguidores. El motivo de tanto alboroto era, al parecer, el cumpleaños del comandante galáctico, aunque la costumbre nos dice que tanta e improvisada alegría siempre está abundantemente regada con dinero y, en este caso, es más factible ya que la población en general viene sufriendo de una aguda escasez de alimentos y medicinas, por lo que resulta más que atractivo ganarse un dinerillo alabando a quien partió al más allá con la ayuda de la moderna medicina y la tecnología de última generación de la revolución cubana.
En todo caso, llama la atención que cuando nuestro país se mueve paso a paso hacia el abismo surjan merodeadores del chavismo que, ansiosos de raspar la olla ya chamuscada por Maduro, meten la mano en el escaso presupuesto de gobernaciones y alcaldías para celebrar el cumpleaños de alguien que, al estar muerto, no necesita de algarabías y lanzamientos de cohetes sino de actos de recordación y afecto dentro de la compostura que, como es obvio, tiene derecho los deudos y beneficiarios de aquella malhadada época.
Pero la Venezuela de hoy nada tiene que celebrar con lanzamientos de cohetes y brindis de aguardiente porque el país está en la inopia, carece de esperanzas inmediatas y menos aún de sueños de recuperación. Lo que dejó el vendaval de negocios millonarios al margen de la ley, el asalto sistemático al tesoro público y la corrupción generalizada a escala nacional no tiene parangón en nuestra historia.
A la sombra de una de las más espectaculares y prolongadas rachas de altos precios del petróleo se fue consumando la más grande estafa contra nuestros sueños, nuestras aspiraciones y contra las nuevas generaciones de venezolanos que hoy nacen con la pobreza debajo del brazo, con la desnutrición tatuada en sus genes y la mutilación lacerante de su capacidad para entender y progresar a través de los estudios y el conocimiento de la vida. Como diría un pesimista invicto, ya la maternidad no es sólo un riesgo sanitario para las venezolanas sino un acto de heroísmo que es, a no dudarlo, en lo que se ha convertido dar a luz, o más bien a las tinieblas que nos rodean.
Mientras tanto, el mundo entero contempla asombrado como el país que era estimado como el de mayor futuro en esta parte del continente, ha finalizado en las lastimosas manos de unos villanos ya no de comiquitas como cabría de esperarse, sino de verdaderos pillos cuya rapacidad parece no tener límite.
En la prensa somos ahora una noticia permanente de primera plana, ya no por las palabras soeces y los insultos del comandante galáctico que anunciaban el desmoronamiento de la sociedad socialista inspirada en Cuba y el decrépito Fidel, sino por los informes que las agencias trasmiten sobre las condiciones infrahumanas en que se levantan a la vida los niños de los barrios más pobres de Caracas. ¿Feliz cumpleaños por qué?
Editorial de El Nacional