Cualquiera de ustedes puede hacer vino rosado, es muy sencillo. Llenen una copa con un tercio de vino blanco y luego vayan agregándole, poco a poco, vino tinto. Verán como adquiere tonalidades rosadas tenues cuya intensidad dependerá de la cantidad de vino rojo que incluyan en la mezcla. Obviamente, esto es una broma, que en una época no tan lejana se empleó en algunos restaurantes para satisfacer peticiones cuando el inventario estaba en cero. Hoy, el vino rosado, el verdadero, ha recuperado posiciones sobre todo en épocas de verano debido, a mi juicio, a dos razones: una, que ya no son tan dulzones y, dos, que son cada vez mejores, elaborados a partir de uvas tintas de prestigio vinificadas como blancos, temperatura controlada, acero inoxidable. Los hay para todos los gustos y ocasiones y no son tan costosos. Para reconciliarse con ellos, pueden ensayar varias opciones y luego quedarse con la que más les acomode. Entre los españoles, Marqués de Cáceres tiene un rosado riojano, tempranillo con algo de garnacha, de intensidad media, aromas florales, gustoso en boca, que tiene la ventaja de ser versátil, va casi con todo. Sabe a uva, sabe a vino. En cuanto al color, no se dejen engañar, tiene alcohol suficiente aunque no se sienta al primer sorbo, como debe ser. Tampoco pasó por madera y es para consumir fresco con el fin de sentir la fruta y apreciar luego su evolución.
RN
MIRO POPI