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Brillante y perturbador Murakami

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Brillante y perturbador Murakami

Hoy llega a las librerías españolas el nuevo libro de Haruki Murakami, Los años de peregrinación del chico sin color, editado por Tusquets y traducido por Gabriel Álvarez Martínez. El protagonista de esta novela -de cuyas primeras páginas ofrecemos un extracto- es un hombre, Tsukuru Tazaki, que se enfrenta a un lado oscuro de su pasado que le atormenta.

 

Aunque no haya conseguido el Nobel como pronosticaban las quinielas, Haruki Murakami sigue despertando interés. Cada nuevo libro en Japón es esperado con la misma expectación que el florecimiento de los cerezos. Y si la novela es más o menos bella, más o menos interesante o más extraña, da igual. Hay legiones de murakamistas (lo mismo que hay muchos a quienes superan sus tramas enigmáticas y sus elucubraciones con los sentimientos de los personajes).

 

Sus novelas, traducidas a 40 idiomas, son millonarias en ventas (su libro Tokio Blues. Norwegian Wood alcanzó casi 12 millones) y, para no variar, más de un millón de ejemplares vendidos lleva su último libro lanzado en abril pasado en Japón (Shikisai o Motanai Tazaki Tsukuru to, Kare no Junrei no Toshi).

 

El nombre en japonés del personaje clave del libro tiene un significado positivo (tsukuru es hacer, crear, construir…), sin embargo no evoca ningún color, a diferencia de los nombres que tienen los cuatro amigos de la ciudad de Nagoya donde Tsukuru pasa su juventud y de la que se ve obligado a huir a Tokio abrumado por la ruptura con quienes más unido está. Le rechazan -“el joven Tsukuru murió cuando sus amigos negaron su existencia”- y no pregunta el porqué: “No me paré a buscar una razón”, confiesa. Y su autoestima está en un punto ambiguo aunque busca su lugar en el mundo y sigue adelante como una máquina.

 

“Tratar de averiguar su valía se asemejaba a calibrar una sustancia sin disponer de una unidad de medida”, escribe Murakami. Y Tsukuru, quien visita los andenes de tren como otros van al cine o a conciertos, es consciente de su rumbo (o falta de él): “Sin estación, los trenes no paran, lo que tengo que hacer es proyectar la estación en mi mente”.

 

En los avatares de Tsukuru , «engullido» por la tentación del suicidio cuando sus amigos de adolescencia dejan de hablarle, pasa de divagar en las estaciones de tren a construirlas de mayor como ingeniero, hay sentimiento de pérdida, desconcierto. Y en la narración de sus “años de peregrinación” que dan título al libro, hay más ingredientes que también nutren otras novelas del autor de 1Q84. Las relaciones amistosas (que algunos críticos y lectores emparentan con las de Norwegian Wood), la música (aquí la obra de Liszt, que ha hecho rebrotar la pasión por el compositor en Japón), personajes increíbles (pianistas con poderes para predecir la muerte o captar el color de las personas), mujeres cuya aparición revoluciona la vida del protagonista… Precisamente aquí es una mujer, Sara, quien agita la conciencia de Tsukuru y le incita a viajar en pos de las respuestas: no solo a su natal Nagoya, también a la lejana Finlandia. “Tienes que enfrentarte al pasado. No se trata de ver lo que quieres ver, sino lo que tienes que ver, le dice Sara”.

 

En el peregrinaje de Tsukuru, de nuevo aparece el lado oscuro de la consciencia, la interrelación de planos de percepción; no hay fronteras entre el sueño, la fantasía o la realidad. “¿Y lo que no tiene lógica no te atrae?”, pregunta uno de los extraños personajes del relato, Midorikawa, cuyo nombre tiene color (verde) y movimiento (río).

 

La narrativa de Murakami, con descripciones poéticas y certeras, se iguala y se supera a sí misma en esta novela, siempre con nuevas vueltas de tuerca. Todo es válido para explorar los recovecos del alma humana. Esta novela, según declaró el autor a la prensa japonesa cuando apareció Los años de peregrinación del chico sin color, es un “nuevo intento de profundizar “ en el “interés por los seres humanos de ahora”. Reconoce que los propios personajes le han guiado en esa profundización y que en la narración aparecieron más actores de los que inicialmente había planeado para la historia. Aunque nacido en Kioto (1949), el escritor describe con buen pincel narrativo las soledades, las frustraciones y las inquietudes de quienes habitan el hormiguero de la gran metrópoli de Tokio. Y en esta ciudad sus fans suelen reunirse para hablar de su obra.

 

También siguen sus pasos literarios sus propios compañeros de estudios hace cinco décadas, quienes el pasado 10 de octubre se juntaron en Nishinomiya (una ciudad entre Osaka y Kobe), donde siguen el ritual de devoción harukista desde hace seis años.

 

Esta vez estaban con las copas de champán preparadas por si Murakami lograba el Nobel y se convertía en el tercer escritor japonés en tenerlo (Yasunari Kawabata en 1968 y Kenzaburo Oe en 1994). No ha sido así, pero no tiran la toalla: “En términos de profundidad de lectura, nadie sobrepasa a Murakami”, dice Takeshi Usami, profesor de literatura japonesa moderna en la Universidad Chuo, y vaticina que “seguirá siendo un candidato al premio”.

 

Fuente: El País

 

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