Que las pinturas y esculturas del maestro embellezcan las calles que enaltecen la historia de la humanidad es un acto de justicia.
Era de esperarse que, a pesar de su muerte, se hablara en presente del maestro Fernando Botero, pero la exposición de sus obras que sucede en Roma se lo ha terminado de probar a los pocos escépticos. Botero es, sobre todo, una mirada universal. La exhibición en el Palazzo Bonaparte, que irá hasta enero del próximo año, presenta cerca de ciento veinte trabajos de todas las técnicas –hay óleos, acuarelas, carboncillos, pasteles, tintas chinas, mármoles y bronces– porque cualquier retrato del artista colombiano tiene que dejar en claro su pasión única por explorar los diferentes lenguajes del arte.
No es casual que el montaje, curado por Lina Botero y Cristina Carrillo de Albornoz, se encuentre en la plaza Venecia de la capital italiana: como Roma, como el Palazzo Bonaparte, la obra de Fernando Botero fue un elogio, una recreación, una revisión, una parodia, una respuesta a las tradiciones del arte. Que además haya varias esculturas en las calles de la ciudad –Mujer tumbada, ante la Basílica de San Pedro; Adán y Eva, en la plaza del Popolo; Caballo con brida, en la concurrida Via del Corso, y Mujer sentada, a unos pasos de la plaza de España– termina de redondear la idea de un creador que dio nueva vida al pasado.
Botero se sintió pleno en Italia, desde los años sesenta, cuando recorrió conventos e iglesias en busca de obras memorables: su vida en Pietrasanta, rodeado de su familia y de su arte, fue una vida pacífica e inagotable. Que sus pinturas y sus esculturas embellezcan esas calles que enaltecen la historia de la humanidad, y sean, además, una demostración de lo importantes que fueron sus estudios de la obra de Jan van Eyck, Piero della Francesca, Diego de Velázquez y Leonardo da Vinci, es un acto de justicia.
Suele decirse que los artistas no mueren porque sus obras siguen contando sus historias y hablando por ellos: Botero es y será un gran ejemplo de que ello es cierto.
Editorial de El Tiempo