Una gran fiesta, una invitación al hedonismo y a vivir despreocupados después de unos años difíciles para todo el mundo. Beyoncé se ha alejado de la intensidad política y de su calculada perfección en Renaissance, el primer álbum de un proyecto de tres partes en el que ha trabajado en los últimos años.
Inspirada en la música disco y el house de los años 80 y 90, la artista estadounidense publicó su nueva colección de 16 canciones repletas de sintetizadores, voces en off y referencias a iconos como Grace Jones, Giorgio Moroder o los raperos Nile Rodgers y Drake.
Consciente de que es una de las pocas personas capaces de paralizar la industria musical con un único movimiento, Beyoncé rompió el mes pasado su habitual secretismo para anunciar que tenía listo un disco en el que había trabajado durante la pandemia.
«Mi intención era crear un lugar seguro, un lugar sin juicios, un lugar en el cual estar liberado de perfeccionismos y de pensamientos excesivos. Un lugar para gritar, dejarse llevar, ser libre», expresó entonces.
La estrella, conocida por seguir una calculada estrategia en todo lo que hace, se alejaba así de la seña de identidad que había labrado con sus lanzamientos anteriores.
Beyoncé, el disco homónimo que elevó su estatus en el pop, se lanzó por sorpresa en las navidades de 2013 y Lemonade se estrenó en 2016 como una exquisita película musical repleta de críticas al racismo aún presente en Estados Unidos.
Entre esos dos proyectos y Renaissance, Beyoncé tampoco dejó de publicar material: en 2018 presentó un disco con su marido Jay-Z bajo el pseudónimo The Carters; en 2019 estrenó el documental Homecoming sobre su actuación en Coachella y luego participó en The Gift, la ambiciosa banda sonora de The Lion King.
Sin embargo, Renaissance supone el regreso en solitario de la texana y una ruptura con todo lo anterior.
Beyoncé se aleja de lo político en sus nuevas canciones
«I’m That Girl«, el tema que abre el álbum, arranca la fiesta con una machacona base que repite «por favor, cabrones, no me paréis» mientras Beyoncé rapea sobre ser «indecente», «perder la cabeza» y «estar colocada todo el tiempo».
Ese mismo mantra aparece en otras canciones como la disquera «Break My Soul», cuya letra se hace eco de la «gran retirada» de empleados quemados en Estados Unidos al celebrar que alguien «ha renunciado a su trabajo» y busca «nueva motivación».
Ni siquiera el corte que a priori parecía el himno político del álbum, America Has a Problem, contiene denuncias sociales. El título referencia un tema de Kilo Ali sobre la adicción a la cocaína en los años 90, del que toma su base para transformar su letra en una alegoría sobre el amor.
En una época en la que cada vez más personas reconocen no prestar atención a las noticias para evitar deprimirse, parece que Beyoncé ha entendido que el problema del mundo, al menos de Estados Unidos, es el de necesitar un lugar donde poder ser espontáneo e imperfecto ante una realidad cada vez más calculada y asfixiante, tanto en el mundo físico como en internet.
«He oído que acaban de pagarte, haz que llueva, energía. Ella es más de Cancún y él de Saint Tropez», canta sobre una base funky en «Energy», un brevísimo tema de apenas dos minutos en el que colabora el rapero Beam.
Incluso aquí ironiza sobre las «Karen» (término popular para referirse a una mujer blanca racista) que convierten en «terroristas» a gente que, como ella, solo quiere divertirse.
Pero no todo es tan despreocupado como parece en Renaissance. Por ejemplo «Energy», por duración, letra y fraseo, tiene todos los ingredientes para hacerse viral en TikTok. Y el casi-góspel de «Church Girl» y «Move» suplican más de un paso de baile.
Beyoncé se dio de alta en TikTok hace unas semanas por lo que ahora está por ver qué campaña de promoción, o fiesta, monta en la red social para este y los otros dos discos que ya ha prometido.
Globovision