Ciudad Guayana, para decirlo rápido, siempre ha sido una zona candela. De altas temperaturas térmicas y sindicales. La urbe de cerca de 1 millón de habitantes es un parto de la democracia, que fusionó San Félix y Puerto Ordaz para crear un polo industrial y económico que permitiera desarrollar la vasta zona suroriental del país. Fue creada con la colaboración técnica del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Harvard y luego puesta bajo las riendas de la Corporación Venezolana de Guayana. Su acta bautismal es del 2 de julio de 1961.
Toda la región guayanesa es exhuberante y de enormes recursos naturales. Hierro, bauxita, oro, diamantes, bosques y selvas, la caída de agua más alta del mundo y ríos como el Caroní de enorme potencial hidroeléctrico. La democracia construyó en esas tierras la Siderúrgica del Orinoco (Sidor), Alcasa, Venalum y una decena de empresas más para explotar y comercializar esas riquezas forestales, mineras y de generación eléctrica.
A la par de su crecimiento industrial y poblacional, surgió un potente movimiento sindical amparado por leyes laborales que institucionalizaron la contratación colectiva como un derecho de los trabajadores para la mejora de sus condiciones económicas y sociales. Fue por décadas una dinámica aceptada, con picos críticos, desavenencias y acuerdos. Andrés Velásquez, que surgió como líder sindical al calor de esa actividad, fue luego el primer gobernador del estado electo por el voto popular en 1989. Cosas que solo la democracia permite.
Hoy las empresas básicas de Guayana están bajo el control político-militar del régimen, como una forma de desalentar y reprimir los reclamos de los miles de trabajadores de la zona por salarios justos y los pagos congelados de bonos y otros compromisos incumplidos de los convenios colectivos.
El Correo del Caroní consigna el incremento de esa ola represiva con la reciente detención de tres dirigentes sindicales de Sidor —Leonardo Azócar, Daniel Romero y Juan Cabrera—. Desde enero, dice el diario, 18 sidoristas han sido encarcelados. Es una táctica que funciona de la siguiente manera: los trabajadores reclaman sus derechos, los cuerpos de seguridad del Estado detienen a los líderes, los trabajadores vuelven a protestar pero ya la negociación es por la liberación de los apresados.
El 12 de junio componentes de la Guardia Nacional Bolivariana, la Policía Nacional Bolivariana y la policía del estado Bolívar rodearon Sidor, impidieron la entrada de los manifestantes y, a la vez, cercaron a los grupos laborales que mantienen la paralización en la planta de Pellas de la siderúrgica y no pueden recibir alimentos ni agua. Varios de ellos han requerido atención médica por deshidratación.
El video de un trabajador —tomado de la cuenta de Twitter de Velásquez— que habla a un grupo de compañeros sintetiza el drama laboral de Ciudad Guayana y la indiferencia de las autoridades. «Nosotros nunca hemos pedido nada, nosotros nos ganamos nuestro dinero con el sudor de la frente. Que venga el ministro a meterse ahí en una celda de Alcasa o de Venalum, o a 1.600 grados de temperatura en un horno de Sidor, o que se metan en las minas de hierro allá en Piar. Métanse para que vean cómo se gana uno el salario. Ah, ustedes se robaron la plata, su gente se robó la plata, no vemos a nadie preso y nosotros vamos a pagar los platos rotos. Bendito sea el creador, bendito sea el creador».
El hombre, al que la voz se le enardece con cada palabra, cuestiona que se les diga a los trabajadores que sean inteligentes, que sean estratégicos, que sean pacientes; de alguna forma, que miren para otro lado y regateen la solidaridad y el compromiso con sus compañeros. «Eso no es inteligente, es para dividirnos porque saben que si nos unimos hay cambios en las empresas, hay cambios en el estado y hay cambios en el país. Ellos lo saben».
Editorial de El Nacional
Foto Provea
