En una esquina de Petare, uno de los barrios marginales más grandes de América Latina, hay días en que se llena tanto de basura que los carros no pueden pasar.
«Todo el que baja del cerro por la mañana pasa por ahí y bota su basura», dice Gabriel, uno de los residentes de la zona, ubicada en el este de Caracas.
No es difícil encontrarse con una escena así en Petare. Para algunos vecinos el fenómeno es un problema de salud pública.
«La niña se me enferma de asma, al otro le suele dar diarrea y también les salen brotes», dice Ana, la esposa de Gabriel y madre de tres niños.
Pero mientras los residentes de Petare viven entre cúmulos de desechos, un conflicto político parece tener al problema sin solución.
El alcalde de Sucre, el municipio donde está Petare, es el opositor Carlos Ocariz, recientemente distinguido como el cuarto mejor alcalde del mundo por «City Mayors Foundation», un centro independiente que estudia asuntos urbanos.
El gobierno central responsabiliza a Ocariz del problema por «incompetencia y corrupción».
Pero él asegura que una reciente quema de vehículos de recolección, o lo que llama las trabas para la disposición de desperdicios, son parte de lo que describe como una operación de sabotaje que le impide responder a la situación.
Aunque Sucre es el caso más llamativo, en varias otras partes del país también hay conflictos entre opositores y oficialistas sobre quién es el posible culpable de que la basura no se recoja.
Los opositores denuncian que no les aprueban los recursos necesarios o que les prohíben botar la basura en los principales basureros.
Pero los oficialistas alegan que los gobernantes de la oposición no tienen iniciativas y maltratan a los trabajadores del sector, afectando la recolección.
Mientras tanto, la basura en la esquina San Pascual, y en muchas otras, se desborda.
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