No ha quedado otra que exigirle, desde la Asamblea Nacional, a la pareja presidencial que por esta vez dé la cara ante el escándalo internacional que sacude no solo a Venezuela, sino al mundo entero. Que dos personas cercanas al presidente Maduro y a su esposa aparezcan en los principales medios de comunicación del mundo acusadas de narcotráfico y, para más, juzgadas y señaladas por el veredicto unánime de un jurado en Nueva York, no es precisamente la música adecuada para ponerse a bailar salsa.
Es una situación que nos compromete a todos como país, ya suficientemente encharcado y arruinado en lo moral y lo económico, porque de ahora en adelante no solo se nos mirará como parte de un barco que se va a pique, sino que se agregará a esa tragedia la sombra y sospecha mundial que durante tanto tiempo ha caído sin misericordia ni tregua sobre los colombianos, el ser tachados, injustamente y en grupo, de «narcos» latinoamericanos.
Venezuela ha sido el hazmerreír de la política mundial en estos años en los cuales ser político no es la mejor forma de caerle en gracia a nadie. Y el señor Maduro y su entorno civil y militar han logrado superar todas las marcas en cuanto a ineficiencia e ineptitud en lo que al manejo del gobierno se refiere. No hay día en que la vergüenza cese de llover sobre nosotros y nos entumezca el alma, nos hunda en la ignominia y nos entierre las pocas esperanzas que nos quedan.
Cuesta leer lo que se escribe en el exterior sobre la desgracia madurista que, con saña inaudita, cae sobre este país empobrecido, al cual se le prohíbe comer, ser atendido en sus males de salud, en la formación de sus niños y jóvenes, en la protección de los ancianos y de las familias que sobreviven en duras condiciones de miseria.
Para el presidente de la República no pasa nada, todo marcha bien, todos comen y exultan salud por donde se les mire. Es tal la felicidad que reina en nuestra nación que el señor Maduro no siente deseo de otra cosa más noble que ponerse a bailar hasta la madrugada. La historia nos recuerda a cada rato los momentos más cínicos que han padecido los países en sus años oscuros, pero el señor Nicolás cada día que pasa supera todos los récords conocidos y por conocer en este aspecto.
Sabidos estos antecedentes, debemos aplaudir a la Asamblea Nacional por haber tomado el toro por los cuernos al exigirle al señor Maduro «información veraz sobre Efraín Campos Flores y Francisco Flores de Freitas, ambos familiares suyos que fueron declarados culpables por un caso de narcotráfico en Estados Unidos», según reza la nota enviada al exterior por la agencia de noticias Efe.
Lo más absurdo y asombroso a la vez es que la fracción minoritaria del PSUV y sus aliados se defendió diciendo que «estos dos venezolanos –sobrinos de la primera dama, Cilia Flores– fueron juzgados sin pruebas que demostraran su culpabilidad».
Olvida esta claque oficialista que los medios de comunicación y los periódicos de gran raigambre y prestigio en Estados Unidos siguieron con rigor y asiduidad este juicio. Que juzguen a dos sobrinos tan cercanos a la presidencia de una república, cualquiera que sea, ya es de por sí una tarea ineludible para la prensa.
Editorial de El Nacional