¡La «esclavitud» sobrevive en el siglo XXI!, denuncia la sindicalista Saru Jayaraman que lucha para abolir una legislación federal que fija el pago de 2,13 dólares por hora para los trabajadores de la restauración, en particular camareros, en la primera potencia mundial.
«Es un problema de justicia económica, racial y de género que no ha hecho más que empeorar con el covid-19», denuncia Jayaraman, una de las fundadoras de One Fair Wage (Salario justo), una organización que defiende unos ingresos decentes y seguridad laboral para los trabajadores del sector.
El sector de los servicios es uno de los que más crece en Estados Unidos pero donde se pagan los peores salarios. Solo la restauración emplea a 14 millones de personas. De ellos, seis millones completan su salario con propinas.
«Muchas corporaciones de restaurantes consideran que son los clientes los que tienen que pagar el salario de sus trabajadores», lamenta esta enérgica mujer la AFP.
«¡Vergonzoso!»
En restaurantes, taxis, manicura, peluquería y ahora los trabajadores de las compañías que funcionan mediante aplicaciones, a la hora de pagar, el cliente tiene varias opciones: agregar el 18%, 20%, 25% o incluso más de propina, lo que completa su salario.
Aunque a menudo el mercado es el que dicta los salarios, en 40 estados todavía el pago por hora no supera los 5 dólares en el caso de los trabajadores autorizados a recibir propinas. Solo en siete se les ha equiparado con el salario mínimo de 15 dólares de ingreso mínimo/hora del resto de los trabajadores.
El atentado contra las Torres Gemelas en el que murieron 74 trabajadores del lujoso restaurante Windows of the World instalado en el piso 107 de una de las torres, supuso un antes y un después para la lucha por unos ingresos justos.
Muchos supervivientes fueron colocados en otros restaurantes de la compañía. Pero otros se quedaron sin trabajo y las familias de las víctimas, sin ingresos.
Ahí se creó One Fair Wages. «Empezamos buscando ayuda para las familias que perdieron a sus seres queridos y los trabajadores que perdieron su empleo», cuenta Jayaraman.
Hoy, el movimiento, con 300.000 adherentes, lucha por que el Congreso promulgue una ley que aumente los ingresos mínimos federales para estos trabajadores.
En un encuentro organizado recientemente por este movimiento, la exsecretaria de Estado Hillary Clinton se preguntaba por qué resulta tan difícil de convencer a cada estado y al Congreso de que «ninguna persona en América debería trabajar por 2,13 dólares la hora».
«¡Es vergonzoso!», bramó.
Nueva York, una excepción
Nueva York es un caso aislado, admite Jayaraman. En los buenos restaurantes, los meseros pueden llegar hasta los seis dígitos al año. Pero esa es la excepción.
Brian, un camarero de 29 años que lleva 10 trabajando en el sector, explica a la AFP que en la ciudad se pagan 15 dólares, aunque aquellos que reciben propinas reciben 10 dólares la hora.
Brian no dice cuánto llega a su cuenta bancaria con las propinas, pero asegura que ser camarero es el trabajo por horas mejor pagado en la ciudad.
«Tienes más posibilidades de ganar más dinero que en cualquier otro trabajo», asegura. Los dueños de su restaurante situado en una zona residencial al este de Central Park, incluso ofrecen a sus empleados contratar seguro médico.
Un lujo que no está al alcance de todos. Javier, un mexicano que trabaja en una cadena de comida rápida en la zona de Grand Central Station, asegura que puede ganar hasta 2.300 dólares pero, a golpe de horas. «Cuando superas las 40 horas semanales reglamentarias, las horas extras se pagan a 22,5 dólares», dice con satisfacción a la AFP.
Según un reciente estudio realizado por One Fair Wage, cerca de un tercio de los trabajadores están sufriendo más violaciones de sus derechos que el año pasado y las propinas han caído, al tiempo que han aumentado las agresiones sexuales y los abusos en un sector que emplea mayoritariamente a mujeres.
«No podría hacer nada sin ellos»
Desde el cierre de la restauración por el coronavirus, muchos trabajadores se han ido a otros empleos. Los últimos datos del Departamento de Trabajo muestran que hasta julio el sector había perdido cerca de un millón de puestos con respecto a niveles previos a la pandemia y el 75% de los empresarios del sector tenían dificultades para encontrar personal, el nivel más alto registrado en dos décadas, según la Asociación Nacional de Restaurantes.
Barbara Sibley, propietaria de los restaurantes de comida mexicana La Palapa, ha optado por pagar salarios justos a sus trabajadores. «Los empleados son parte de lo que hacemos. No podría hacer nada sin ellos», dice a la AFP.
Junto al suyo, un millar de restaurantes en todo el país se ha sumado a una nueva ética donde los empleados reciben salarios y beneficios sociales.
«Cuando se habla de un plan de negocios es complejo porque hay que tener en cuenta otros costos y cosas, pero si planeas tener equidad haces que el sistema que has creado funcione. Por lo que realmente es una elección», concluye.
«Es el momento finalmente de acabar con este legado de la esclavitud. Es una vergüenza para el país», concluye Saru Jayaraman.
Fuente: El Universal
Por: Maria Laura Espinoza
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