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Atrásame esas elecciones

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Atrásame esas elecciones

 

Hoy, cuando se produce el más artero zarpazo contra la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y contra la esencia de la democracia como es el derecho al voto, vale la pena recordar aquellas palabras pronunciadas por Loretta Lynch, fiscal general de Estados Unidos, refiriéndose al escándalo de corrupción descubierto en las altas esferas de la Federación Internacional de Fútbol: «No contentos con secuestrar el deporte más popular del mundo por décadas, estos acusados trataron de institucionalizar su corrupción para asegurarse de que podían vivir de ella».

 

 

 

Palabras más, palabras menos, estas frases de la fiscal Loretta Lynch pueden ser colocadas en el currículum histórico de cualquier gobierno populista latinoamericano, sin excluir, desde luego, a nuestra deteriorada Venezuela. El único cambio que debe hacerse es el relativo al «deporte más popular del mundo» y colocar allí simple y sencillamente estas palabras: «la práctica política más popular del mundo».

 

 

 

Los inmaculados señores de las directivas del fútbol mundial llevaban años cometiendo todo tipo de delitos ante la mirada atontada de la opinión pública. No resultaba fácil llegar a pensar que quienes dirigían esta práctica deportiva tan admirada por millones de niños de todo el planeta fueran capaces de tamaña superchería, digna de fieros integrantes de las diversas mafias del mundo. Pero sí, por desgracia, hablaban como gente honorable, se expresaban como caballeros y lo parecían cuando trataban de demostrar que su entrega al fútbol era desinteresada y definitiva.

 

 

 

Lo cierto es que estos señores no son unos extraños en nuestras vidas. En Venezuela, por ejemplo, quienes dirigen los poderes del Estado siempre se autodenominan, sin que les corra una gota de sudor por la cara, como los representantes más puros y honestos de la revolución bolivariana, los defensores dela Constitución y, por supuesto, los inmaculados herederos del pensamiento de Chávez. Igual da lo mismo lo que manda la Constitución, la tachan, la cambian, le dan tantas vueltas hasta que la pobre «Bicha» termina siendo un estropajo.

 

 

 

Y lo peor es que no les da vergüenza alguna, no hay rubor en la bovina mirada de la señora que, en mala hora, preside y lleva a cabo los parapetos electorales que le encargan desde Miraflores, aunque a veces el tiro le salga por la culata como el 6 de diciembre.

 

 

 

A lo mejor se descuidó, tan ocupada como estaba en amoblar su nueva y lujosa residencia en las zonas aledañas al Country Club de Caracas, un lugar ciertamente saudita y de nueva rica, en el que abunda la buena mesa y nunca falta el agua porque llega en camiones cisternas que la alcaldía presidida por su jefe le envía con regularidad, y tampoco se va la luz porque le instalaron una planta de gran capacidad generadora.

 

 

 

Y es que, como en el caso de la FIFA, la corrupción llueve desde lo más arriba y va encharcando los principios y los valores por donde pasa, hasta llegar al más humilde rincón rojo rojito. Por cierto, a veces las cloacas se desbordan y sus aguas fétidas mojan la Constitución Bolivariana y la Ley del Poder Electoral. Por lo demás, la palabra postergar tiene cercanos sinónimos: envilecer, pervertir, enviciar, deshonrar.

 

 

Editorial de El Nacional

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